culdbura nº 14 Culdbura nº 14 | Page 6

I La iglesia es antigua, tan vieja, ¡ay!, tan vieja que se cae a pedazos, santo a santo, piedra a piedra. Por los destruidos muros, por los capiteles con figuras de diablesas y de abades cornudos penetran los pájaros negros desgranando en el vuelo beatos graznidos. Acabo el rezo, sin mirarme ―¡ay, Amor!― se desvanece y grito con voz ronca para saberme vivo. II Detrás del oxidado mármol y de la música del viento queda el recuerdo. Aplico el alma a las raíces y escucho la religión del hombre, seguido de su sombra, no de su voz. Se apagaron los ecos de tanta andadura sin destino y me resigno a no ser ni palabra ni música. Que así es el hombre perecedero sobre el pasto celeste: animal perdido en la sombría arboleda de la esperanza. Escarbo con tristeza en la ceniza última que me cubre como un mar apagado. Y me dejo morir. Cuando al fin decido seguir los pasos de la Amada, perdida en sus laberintos, suelta la campana su lengua de bronce y tiempo, y me postro ante tanta belleza.