culdbura nº 14 Culdbura nº 14 | Page 58

—Es que tiene que ser ahora. Así que postergaré la llegada de tus monjas. No te preocupes por eso, ya sabes que puedo ha- cerlo —le dije para que se tranquilizara y me acompañara a tomar ese café. Así pues, nos dirigimos al bar más cer- cano a la caseta de información turística, donde el detective RamonA trabaja 3 cuando no está callejeando con algún grupo de via- jeros, y comencé a sondearle acerca del con- tenido del mencionado libro del que, por otro lado, no para de decir bondades a lo largo de mi novela. —Oye, me llama mucho la atención el título de ese libro que estás ahora leyendo, algo así como “un mundo de turistas” —le co- menté, haciéndome el despistado, ya que al ser yo el padre creativo de mi contertulio, y escritor del relato donde él es el protago- nista, sabía muy bien cuál era ese título y de qué trataba. Sin embargo, estaba también convencido de que al conversar con él, fuera de los diálogos propios de la novela, acabaría por contarme cosas que allí no aparecen. —No, no, “Planeta de turistas” —me respondió algo ofendido, por tergiversar el epígrafe de su apreciada lectura. —¿Y quién es el autor? —continué inte- rrogándole. —Pues el interesantísimo escritor Franz Xaver Pirismann —me contestó con un des- lumbrante brillo en sus ojos operados de ca- taratas 4 . En esto que llegó el camarero y nos pe- dimos sendos cafés, el mío con leche y el 3 Tengo que especificar que el detective RamonA se gana la vida como guía turístico para una empresa subcontratada por el Ayuntamiento y sólo realiza labores de investigación privada fuera de su horario laboral. 4 Afortunadamente mi querido personaje no se ha dado cuenta, todavía, que si se traduce el nombre ese, el resultado es Francisco Javier Hombrepérez, es decir, yo. Es lo que tiene el arte onanista: yo me lo guiso, yo me lo como. suyo bautizado con Terry, es decir, un caraji- llo de coñac, lo cual parece habitual en sus jornadas laborales matutinas, ya que no pasa un capítulo del libro en el que no esté disfru- tando de su carajillo de coñac Terry u Os- borne, que eso le da igual. —Bueno, y dime, ¿qué significa lo de un planeta de turistas? —le pregunté ya con cierta impaciencia, no fuera que la cosa se alargase y acabara por enviar a la redacción de Culdbura un interminable y soporífero ar- tículo, relato, opúsculo, o lo que quiera que fuese. En ese momento se presentó el cama- rero con la comanda y se dispuso a servirla en nuestra mesa, instante en el que dio un tras- piés y a punto estuvo de verterle encima a mi compañero, y querido amigo, su preciado ca- rajillo algo que, afortunadamente, no ocurrió. —Hombre, es que es un poco largo de explicar —me contestó, mientras le pegaba el primer sorbo a su pócima sagrada—. Pues re- sulta que nuestra civilización occidental co- menzó a obsesionarse por el sexo… de ficción al que llevo entregado desde hace meses. —¿Cómo que comenzó?, será que co- menzará, ¿no es una obra futurista? —le apuntillé, porque ya estaba desorientado y no habíamos ni empezado con la historia. —Bueno, es que la novela se desarrolla en el imaginario año de 2984, haciendo un claro guiño a la obra de Orwell, claro está. Por eso, todo lo que te cuento con anterioridad a esa fecha, que es el presente de la novela, te lo relataré como si hubiera sucedido en el pa- sado, aunque se trate de nuestro futuro a medio o largo plazo. —Vale, vale —le contesté, ya más cen- trado en el meollo del relato, y apurando len- tamente mi café con leche, por cierto, con muy poco café y mucha leche, algo que de- testo profundamente. —Pues como te iba contando, la socie- dad occidental se fue obsesionando por el sexo, de tal manera que luego los historiado- res terminarían por denominar a ese periodo como el de la “Sociedad Genitalizada”.