Por las noches
sombra de luna muerta da el nogal
y van suicidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable
Pero ¿quién pasa quién posa?
¿De quién los pies piadosos redentores?
Otro poema de Gerardo Diego nos sale al paso. Es un homenaje a Vicente Aleixandre.
Los elementos de la última estrofa, hojas y pisadas, se mueven en un ambiente complejo y
lleno de misterio (remarcado por la falta de signos de puntuación):
Nuestro paseo está llegando a su parte final. Descubrimos un poema de Juan R. Jimé-
nez (1881-1958). Espléndido. El almendro inmenso del que habla ha desaparecido por com-
pleto. Una y otra vez vemos cómo apenas unos años bastan para desbaratar los propósitos
de los humanos. El poema, solo, inmensamente solo habla de estrellas y de raíces; justa-
mente es el árbol, el elemento vertical del paisaje, el que anda entre el cielo y el suelo. Y
por fin funde ambos en el alma del poeta.
Inmenso almendro en flor,
blanca la copa en el silencio pleno de la luna
el tronco negro en la quietud total de la sombra:
cómo, subiendo por la roca agria a ti,
no parece que hundes tu troncón
en las entrañas de mi carne,
que estrellas con mi alma todo el cielo!