maravedíes, de los que 520.000 corresponden a los bienes heredados de maestre Fadrique
“en dineros, oro y platas e preseas, e ajuar de casa, libros y empresa, e aparejos e
artificiosde la presa, entre otras cosas”.
En 1526 Juan figura ya como director de la imprenta pero Isabel lleva la gestión del
negocio, mientras el marido atiende su propia imprenta en Salamanca, y sigue realizando
algunas tareas de la impresión. Tenemos certeza de que ella es quien fabrica el barniz para
la elaboración de la tinta porque esta actividad ocasiona molestias en el vecindario, que
denuncian a la impresora. Simón Borgoñón se queja de que la mujer de Junta “para hazer
tinta para impremir haze barniz arrimado a sus paredes el qual tiene mucho fuego
y por ello es peligroso demás del hedor que es contagioso para la vecindad por qual
otros lo hazen fuera del término (…) y la susodicha aunque ha sido requerida y ha
quedado de lo hazer no lo quiere cumplir...”. Un segundo pleito aclara que la mujer de
Junta es “impresora de libros porque su marido hace muchos años que no está en
esta ciudad, e para hazer tinta...”
Cuando en 1557 Isabel enviuda de nuevo se reservará en el reparto de la herencia los
aparejos de impresión, las matrices, moldes, entalladuras y figuras, con el compromiso de
prestarlos a sus hijos, previo pago del alquiler estipulado. No parece que reivindique tanto
el valor material de lo heredado como su derecho al patrimonio familiar que considera su
legítimo derecho.
Isabel tiene cerca de sesenta años, puede considerarse una anciana, pero aún tiene
arrestos para recomponer el negocio. Ella y su hija Lucrecia se ponen al frente de la
imprenta de Salamanca, que figura ya como de Herederos de Juan de Junta, hasta
que Lucrecia se casa con otro impresor, Matías Gast, y se establecen como imprenta
independiente.
La impresora Isabel de Fadrique muere en 1562 dejando a su hijo Felipe la
imprenta de Burgos, fundada por su abuelo Fadrique.
Es dudoso que las personas ilustradas recuerden a estas mujeres que
destacaron en el mecenazgo, la literatura y la empresa pero no estaría de más que
el Ayuntamiento de Burgos las recordara al menos en el callejero de la ciudad.
Mery Varona