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a difundir las lenguas clásicas y a extender la educación femenina. Grupo que incluye a Beatriz Galindo, apodada la Latina por sus saberes; a Lucía Medrano, Juana Contreras, mujeres que destacaron por sus “industrias, estudios y trabajos”, en número superior a cuarenta, según contó alguien tan poco inclinado a feminismos como Menéndez Pelayo. Teresa de Cartagena es un caso ejemplar de espíritu de superación. Era tan extraordinaria y brillante que los hombres no creían que pudiera ser mujer. Nacida en una influyente familia judía conversa radicada en Burgos: los Santa María de Cartagena, era nieta de Rabí Salomó Leví, bautizado como Pablo de Santa María, que llegó a ser obispo de Burgos, sobrina del también obispo, Alonso de Cartagena, hija de Pedro de Cartagena. Lo natural en una joven culta de aquel siglo era concertar matrimonio o acogerse a sagrado. Teresa optó por lo segundo y hacia 1440 Teresa ingresó en el convento franciscano de Santa Clara en Burgos. En 1449 la joven se encuentra en el monasterio cisterciense de las Huelgas, probablemente porque la orden franciscana rechazaba a los conversos. En este monasterio se le declaró una sordera total, que le produjo grandes dolores y le llevó a escribir La arboleda de los enfermos. A pesar de declarar “la bajeza y grosería de mi ingenio mujeril”, los sabios de la época determinaron que estaban ante una obra mística de tal calidad literaria y elevación que no podía haber sido escrita por una mujer, forzosamente debía tratarse de un plagio o haber sido escrita por un hombre, oculto en un seudónimo femenino. En respuesta a tanto erudito Teresa escribió Admiración de las Obras de Dios, donde defiende la capacidad de las mujeres para escribir igual que cualquier hombre, alegando que si Dios inculcó en ellos la facultad de escribir igual pudo hacerlo en ellas y si las mujeres no habían escrito hasta entonces no significa que no fueran capaces de hacerlo, de lo que ella misma podía servir de ejemplo. La obra es, por añadidura, una sucesión de ejemplos de mujeres fuertes, extraídas de la Biblia la mayoría, que habían destacado tanto como los hombres, razón por la que se considera el primer alegato escrito en España por una mujer en defensa de los derechos de las mujeres. La escritora devolvía la pelota a los críticos acusándolos de poner en cuestión la autoridad divina. Echemos una ojeada a la industria. El Burgos del siglo XVI es un emporio donde se dan cita los comerciantes del mundo conocido, se levantan grandes edificios blasonados, proliferan imprentas donde se publican primeras ediciones. De la imprenta de Fadrique Biel de Basilea, situada en unas casas propiedad del Cabildo catedralicio, con vistas a la plaza de Santa María, sale en 1499 la primera edición de La Celestina de Fernando de Rojas. Isabel de Basilea, hija de Fadrique, nace al año siguiente. Será hija, esposa y madre de impresores e impresora ella misma. Casó con Alonso de Melgar, oficial del taller de su padre, así que la pareja continuó el negocio a la muerte de Fadrigue, ocurrida en 1517. El matrimonio tuvo dos hijos: Tomás y Fernando. En 1525 muere el marido. Al año siguiente sale de la imprenta la obra Las leyes y premáticas reales hechas por su magestad en las Cortes de Toledo, donde se especifica que ha sido realizada por la “honesta viuda de Alfonso de Melgar”. Isabel vuelve a casarse enseguida, ahora con Juan de la Junta, impresor asimismo y miembro de una famosa familia de impresores originarios de Florencia y radicados en Burgos: los Giunti. Como es frecuente entre miembros de los gremios y entre burgueses ricos será un matrimonio de conveniencia en el que ambas partes salen beneficiados. En este caso, ella conserva su imprenta y él amplía la suya. De esta unión nacerán otros dos hijos: Lucrecia y Felipe. La dote que Isabel aporta al matrimonio se eleva a 560.000