Un brochazo sobre José Mújica
(Primavera 2019)
Esta es la única época del año en que el granero de España tiene color verde Irlanda,
un color que dan ganas de morderlo, de comérselo, así como está, antes de que el trigo
amarillee y de que las manos que saben lo transformen en pan. Desde la ventana veo los
primeros tractores, surgidos, extramuros de las urbanizaciones, con el ritmo y el balanceo
sobre la tierra de aquellos elefantes de la India que cargaban troncos entre los colmillos y
la trompa. En alguna conversación de los que montan estas máquinas he oído hablar de los
trabajos de mayo: sulfatar la tierra, removerla, quitar las piedras que luego se amontonan
en pirámides desmañadas junto a los caminos…
Si miro hacia abajo, a los patios de la urbanización, el panorama es de merendero,
aburrido: suelo de baldosa, piedrecitas decorativas muy ordenadas, tiestos podados y una
mesa techada por una estructura igual a una caja de cartón. Para mí, pff, ya digo, patios
aburridos.
Menos uno. El que tiene buena parte de su superficie ocupada por un huerto. Lo trabaja
un vecino de más de setenta años. Desde febrero lleva haciendo labores esporádicas, pero
ahora se dedica a él a diario. Me fijo siempre que puedo, a veces, tanto tiempo como para
ocultarme detrás de las cortinas y que el vecino no repare en una presencia inmóvil en la
ventana de enfrente. Sí, soy un mirón de los trabajos de la tierra. Porque me relaja, porque
siento lo más parecido que conozco a esa quietud de la mente de la que hablan los orientales,
al ver cómo hace los agujeros con la azada, su manera de apelmazar la tierra después de
vaciar en ellos las macetas con hortalizas, y cómo se mezclan las tierras de macetas y
huerto…
Fue en uno de estos espiamientos que pensé: “Si estuviese en Uruguay, este vecino
de aquí abajo podría ser el ex presidente de la República”.
Y la bicicleta apoyada contra la pared, su Peugeot de tubos azules y manillar rojo, la
que se compró a los 13 años, y que hoy aún sigue reparando, poniendo a punto en su taller
uno de los amigos junto a los que pedaleaba entonces.
José Mujica de chico y delgadito, a lomos de una bici, desde el barrio de Montevideo
donde morían los solares y nacían las chacras, con destino a la llanura. “Hablo de lo que es
igual y un poco distinto”, diría Borges; los pastos de allá y los campos de acá. Las tierras