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nuncias), ni de centro; tolerancia y solidaridad que debe de ser de todos sin excepción (los inmigrantes no son ´cosas` para negociar, son seres humanos con problemas graves de su- pervivencia); razón por la que tal problema lo ha de ser de todos y del Estado. De los inmigrantes sin ´otredad` Un inmigrante, ese ´otro`, con una ´otredad´ que, sin ser conocida del todo, se en- frenta en ocasiones, en inferioridad de condiciones, a la nuestra intolerante, a veces apo- yada, consciente por intereses espurios por unos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales, …, que miran hacia otro lado en la idea de defender lo nuestro a toda costa (en muchas ocasiones persiguiendo el voto político). El temor al ´otro`, siempre larvado en todas las relaciones sociales, nos lleva, guián- donos de excusas oportunistas, algunas verdaderas pero otras medias verdades o falsas al completo, a una actitud defensiva de rechazo per se al inmigrante al que se considera ene- migo acusándole de todo tipo de males como justificación a ese rechazo, a su abandono so- cial, a su acoso con actitudes de odio a su persecución en su caso e incluso a la acción violenta ocasional y/o planificada. Una intolerancia que divide a la sociedad en tres grupos: uno totalmente intransigente e insolidario que odia lo diferente porque molesta, otro que actúa solidariamente, a veces con problemas con las autoridades, y, entre los dos, el de los indiferentes, aquellos que miran para otro lado, que no quieren saber nada mientras no les afecte, al considerar que el problema no va con ellos, y que fluctúan hacia un lado u otro dependiendo de como apre- cien en cada momento la situación; situación llevada de la mano generalmente por algunos partidos y grupos políticos condicionados por sus propios intereses, junto a los medios de comunicación social afines, con ideas en ocasiones encontradas. Es curioso que tal división, aún estando ahí, parece que aparentemente se diluye ante la difusión de una situación crítica de algún grupo de inmigrantes; división que vuelve a apa- recer en cuanto la explotación de la noticia desaparece. Una intolerancia, justificada por algunos con la necesidad de ´defender lo nuestro` (y de no compartirlo), de poner delante a nuestros necesitados antes que, a los inmigrantes, necesidad que se exagera y se publicita con el rechazo a su existencia, tanto durante su viaje como después del mismo y, asimismo, a su integración. Intolerancia que se manifiesta en unas leyes de inmigración insolidarias, en la exter- nalización pagada del problema, en el reforzamiento e incluso el cierre de las fronteras, etc. Es en suma la manifestación de aquella ´hipocresía colectiva` de la que nos habla el sociólogo Stephan Lessenich. Rechazo que se exacerba en el caso de que los inmigrantes son musulmanes alcan- zando tanto a los nacionales como a los integrados ya desde años atrás relacionándoles con el yihadismo radical, fanático y violento, justificando nuestras respuestas y actitudes también radicales, fanáticas y violentas contra ellos. Musulmanes de los que en España tenemos una visión de su ´otredad` un tanto este- reotipada dado que partimos de una ´morofobia` supremacista preexistente; una ´morofo-