culdbura nº 14 Culdbura nº 14 | Page 109

vida cultural de las ciudades grandes, pequeñas, medianas, pueblos, que muchas veces no están (algunos/as podríamos decir que nunca), que casi nunca te devuelven la llamada (algunos/as sí, todo hay que decirlo), que no responden a los emails (de hecho, ni ponen la opción automática que te da cualquier servidor de email de “correo recibido”, con la que quedarían muy bien y nosotros nos daríamos, o por lo menos yo, con un canto en los dientes). Para mí esto es lo más difícil, lo menos agradecido. Soy artista y lo de vender un producto es difícil, muy difícil. Po eso, las horas y horas que hay que pasar sentada en una silla y delante del ordenador es mayor en muchas ocasiones que las horas de ensayo y de actuaciones. Esto es lo que no se suele ver. A mí me cuesta mogollón, y se te cae el alma a los pies cuando un programador te cuestiona el caché de tu espectáculo y tienes que empezar a desglosarle punto por punto el gasto que supone hacer una actuación… impuestos, seguridad social, seguros, horas de ensayo, horas de oficina… Eso que hacemos cada día durante horas, y que no cobramos en nómina como el resto de los mortales, lo metemos en nuestro caché. Cuando te encuentras con alguien que se supone que gestiona la cultura de este país y que no entiende que se haga así, intentando desligar el espectáculo de su preparación para escatimar unas monedas, te dan ganas de dejarlo todo. Pero dejemos la oficina a un lado… Hablemos del momento creativo. Un artista está creando constantemente (eso pienso yo, o me pasa a mí): todo lo que ve, todo lo que le rodea puede despertarle una idea… de cambio, de transformación, de aprendizaje. Las cosas te dicen algo, cobran vida en tus manos, en tu cabeza. Para mí, estar en periodo de Creación es la parte más maravillosa de este trabajo. Son meses, días, horas en la que todo tu universo gira en torno al espectáculo que estás creando, a la idea que quieres transmitir, al mensaje que quieres que llegue, que es el que te revuelve por dentro, a las técnicas que vas a utilizar; son muchas las variables que te rondan la cabeza constantemente: la música que vas a poner, los juegos con los objetos, el vestuario, la escenografía, la puesta en escena, el lenguaje (gestual, verbal, gráfico), los toques humorísticos, los revulsivos para hacer salir de la zona de confort en busca de nuevos lugares… Son meses de pensar, de hacer pruebas hasta que todo va encontrando su forma y se va asentando… La energía que requiere todo este proceso es difícil de explicar. Cuando terminas el proceso de creación… pares el espectáculo que has estado gestando durante meses y la emoción es máxima. Y aquí es donde viene la última parte, la maravillosa droga que es subirse o plantarse en un escenario y transitar: La Escena. La sabia y querida amiga Virginia Imaz decía en una de sus clases que la gente que está en el camino de buscar su Payaso o Payasa no es gente normal, algo en lo que estoy de acuerdo, “es gente que tiene un gran ego que necesita alimentar”. Lo conseguimos cuando estamos en escena y sentimos el inmenso placer de ser mirados, de ser el centro de atención del pequeño universo formado conjuntamente con los espectadores. Es difícil es de explicar la energía, la adrenalina, la emoción y sensación que te inunda el alma, el corazón, la cabeza, todo, cuando estás en escena… y sentir cómo el público recibe esa emoción y te devuelve algo que hace que tú entres en un estado de éxtasis porque hay algo que se intercambia, y eso, eso tan difícil de poner en palabras es lo que hace que sea tan maravilloso este trabajo, con sus altos y bajos como todo en esta vida. Es esta una profesión en la que hay que dar el cien por cien de ti mismo, que es extenuante en ciertos momentos, pero con la que, a pesar de todos los pesares, soy inmensamente feliz.