―Lo auténticamente grave, según de-
duzco ―intervino el interlocutor, interesadí-
simo―, sería que se deshelara la Antártida.
―Y Groenlandia. En efecto ―se apre-
suró a contestar el que llevaba la voz can-
tante―, La Antártida es un continente y
Groenlandia una isla. No habría efecto “gin-
tonic” posible. Pero, de momento, aunque los
“señores del cambio climático” hablan de que
también se está reduciendo la masa de hielo
y nieve del polo sur y de Groenlandia, la re-
alidad es que la temperatura más elevada
que se ha dado en verano en aquel es de -
12,3º, muy lejos del punto de deshielo, y no
digamos ya del de ebullición, al que, dado el
calor que ponen los climatólogos agoreros en
sus palabras, se diría vamos llegar pasado
mañana como muy tarde. Y por lo que res-
pecta a la isla, si bien se ha verificado una
disminución de hasta 60 centímetros en la
capa de hielo y nieve de las zonas periféricas
en los últimos años, el incremento en las más
interiores ha ofrecido esos mismos guaris-
mos. ―Tragó saliva―. El clima es muy suyo,
y me da que no anda atendiendo a las razo-
nes de nadie.
Hizo un mutis que tenía toda la pinta de
ser enfático.
―De haberme dejado hablar ―se preci-
pitó el circunstante―, conste que yo hubiera
empleado punto por punto idénticos argu-
mentos y, si me apura, exactamente las mis-
mas palabras.
―¡Y dale con que no le dejo hablar!
¡Hable usted, coño!
―No se me ponga así, que era una
broma.
―Una broma, una broma… ―masculló
en tono descendente el comunicador. Silencio
eterno durante una fracción de segundo. Y, de
pronto, la voz erguida, vuelta a la refutación
de la teoría del cambio climático― : Tampoco
es fácil de tragar que el CO2, uno de los prin-
cipales gases de efecto invernadero, presente
distinto comportamiento en la estratosfera,
donde, al parecer, su alta concentración im-
pide en gran medida la penetración de las ra-
diaciones solares hacia el suelo, que en la
troposfera, donde su acumulación cada vez
mayor no obstaculiza que los rayos solares
lleguen plenos de fuerza al suelo terrestre
pero sí que impide que los rayos reflejados en
el suelo se abran paso hacia las capas supe-
riores de la atmósfera… ¿Cómo se concilian
comportamientos tan dispares?
polo norte, al contrario que el polo sur, no
tiene sustrato terrestre, esto es, todo él está
formado por hielo y nieve. ―Retomó la diser-
tación―: En el supuesto de que el polo norte
se deshelara por completo, el nivel del mar
no subiría tanto como echan los agoreros,
salvo que el principio de Arquímedes, rebau-
tizado últimamente como efecto “gin-tonic”,
estuviera errado. Y no, según los amantes de
tal mixtura, el nivel del líquido se mantiene
una vez que los cubitos se han derretido. ―
Sonrió, je-je― Subiría el nivel del mar, pero
sólo en función del deshielo de la parte no su-
mergida de hielo y nieve. En todo caso, bas-
tante menos que lo que se ha pronosticado
con la intención de crear alarma social.
―Eso. ¿Cómo se concilian comporta-
mientos tan dispares de un mismo gas a la
ida y a la vuelta?
―Oiga, a mí no me haga eco.
―Si no ha sido eco, sino que en la úl-
tima frase he abierto la boca con un poco de
retardo. Su voz y la mía han sido una sola du-
rante toda la explicación. Ya se lo he comen-
tado antes, tengo la impresión de que
estuviera leyéndome el pensamiento, de que
me estuviera quitando la palabra de la boca.
dad?
―¿No será usted un poco maricón, ver-
―¿Tiene usted algo en contra de los
maricones tal vez?
―De los maricones solo, no; de todo
dios. Ya le he dicho antes que este mundo me
daba asco.
―Y a mí.
―¡Deje de jugar a ser yo mismo, hom-
bre; que ya me está cansando!