culdbura nº 13 Culdbura 13 | Page 65

La vida Quise esperar a que la vida se me apareciera al fin al terminarla; que cuando acabara de vivirla para otros regalando cachitos de no yos, alicatando sus vidas con mi negarme a vivirla y colmando de desamor el amor que derramaba, pudiera al fin vivirla guardando para mí un único hueco, un claustro prenatal: la poesía; una platónica pared donde imaginaba y ponía nombre a esas sombras que la luz me regalaba mientras me negaba el calor sobre la piel de la propia luz de esa luz distorsionada, y esperando ―¡he esperado siempre, siempre...; tanto tiempo!...― agazapado, fetal, guareciéndome en ese sueño que contiene todo lo que el hombre ha soñado desde que fue capaz de mirar sin miedo a las estrellas, en esa luz que tanto se ha negado a los que apenas visitó y que la analizan a la luz de una luz atardecida, la clasifican, la valoran, ponen precio y aún expenden, hacen ensayos y la detentan como propia, la glosan, la esconden o la exhiben como néctar al alcance tan sólo de unos pocos, eligiendo a quienes sin derecho se la niegan, creyendo que ahora, que he sobrevivido a la vida, podría cuadrar las cuentas, ser feliz, vivir por fin, sentirme, para dar sentido a una vida malgastada en malgastarla y ver por fin que era eso de vivir en propia piel, desde el patio de butacas, esto a la que llaman vida y que yo no he vivido en mi vida; y vivir como un monólogo esta farsa. Jesús Barriuso (con una pregunta de Marta Aranaz como motivo)