ANTOLOGÍA POÉTICA:
Declaración de intenciones
Qué habrá sido del poeta aquel que escribiera sus versos a instancia de lo que las
musas le inspirasen, revelando sus vivencias y su fantasía para entregárselos luego, hechos
copla, a los rapsodas y cantaores de su tiempo.
Aquel trovador que divulgara sus nuevas letras flamencas por los escenarios, emisoras,
templos, paraninfos, tabancos jerezanos, tabernas bulliciosas, cafetines musiqueros y otros
lugares de recreo para que, junto a la música de su tierra, viajaran por los caminos, rincones
y encrucijadas del anonimato y, llevados así de boca en boca, reinstalarse en la memoria y
el sentir de los juglares que propagasen su presencia en el tiempo.
Qué emoción debió sentir al girar la ruleta de la emisora de radio y escuchar alguno de
sus versos, ajustados al compás y melodía de un romance historiado por él y aliñado con las
inquietudes, quimeras y recelos que, en su día, le asaltaron, pensando que quizás en su
pueblo, en su país o en cualquiera otra parte del mundo, volaran ya sus cantares como los
de alguno de sus poetas preferidos y se les hicieran copla sus paisanos para que siguieran
siendo del y para el Pueblo.
Dicen que ya de viejo, advirtió su memoria trasnochada para recordar con claridad sus
viejas coplas, y buscó con impaciencia por todos los escondrijos de la casa, hasta tropezarse
con una carpeta, que guardara él de cuando entonces, todavía repleta de viejos manuscritos
olvidados. Allí estaban sus poemas, en un sombrío rincón de la existencia, con el color de la
edad en sus cuartillas, un ligero olor a musgo florecido y algún renglón de tinta china ceni-
ciento y agrietado por el devenir despiadado de los años.
La carpeta aquella de cartulina azul y gomas blancas, contenía los romances más cer-
teros de su lenguaje juvenil y campechano; así que los liberó del cautiverio y los fue cantu-
rreando verso a verso, hasta quedarse dormido en un ensueño, que apetecía dulce, eterno
y satisfecho, pensando que alguna de sus coplas sonara otra vez en romerías bailables, al-
garabías varias y otra suerte de festejos.
Sintió así el poeta realizado su espejismo y lo pudo, finalmente, contemplar en una
rapsodia emocionada, que diera cobijo a sus poemas, para que resurgieran entre las páginas
de un libro de trovas, cantares, homenajes y otros versos.
Paco Arana