Decía Berger que la belleza está donde la mirada descansa. Pero, ¿cómo descansar en
un espacio acosado por innecesarias intromisiones en el hecho ―mágico― de contemplar?
Sí, la excesiva solemnidad (de los museos) asociada al hecho artístico puede quitarle viveza,
darle un cierto toque funéreo a lo que, bien mirado, debe desencadenar una dinámica in-
terna”.
Las iluminaciones de San Hilarión