madrina. Nunca supo lo que había sido de su padre. Su rastro quedó perdido para siempre
en aquella isla al otro lado del océano. Nadie sabía que había sido de él, si murió de fiebres,
en los incendios o en algún encontronazo. Su nombre fue solo una línea en el registro de
caídos, un nombre perdido en el olvido.
Esther Pardiñas