1
El dolor, de improviso,
2
me encontró a la intemperie
desnudo y afligido.
No llevaba paraguas
cuando me cayó encima
todo el diluvio triste
de los años inciertos
y los tiempos sombríos.
A veces también yo
3
me he sentado a llorar…
¿Es vana la esperanza?
¿Dónde plantó sus tiendas
la impía realidad?
¿Dónde queda la línea divisoria
entre cierto y soñado,
entre viva esperanza y desesperación,
entre el gris y lo verde?
Cuando cierre los ojos
4
tal vez
todo se recomponga
y cada sueño tenga
la forma de una casa,
una calle con niños,
una fuente con pájaros cantando,
una mano tendida.
Se abren heridas
5
y los muros sangran.
Por sus llagas supuran los recuerdos.
Se derraman exhaustos por la acera,
Pisoteados
por zapatos ajenos.
Crece la pérdida
envuelta en un silencio
del que huyeron los gritos.
Veo llegar las nubes
y a las olas,
alzadas por el viento,
golpear en la arena
―látigos vivos―
fustigando en la tarde
los dorados corceles
de un sol que ya declina.
Las huellas de mis pies
se marchan con el agua
en busca de otras costas
que nunca pisaré.
Sonrío.
En la playa anochece.
Una negra cortina
está cubriendo el mar.
6
Miro al campo vacío
y la tierra
me devuelve silencio
¿Qué lluvia limpiará las hojas ateridas
de este invierno
7
que no termina nunca?
Tras la belleza, el barro.
Julián Alonso