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El perro del panadero http://tauroflamenca.blogspot.com.es/ Es realmente ingrato trasnochar, mal dormir y madrugar, para comenzar el día pasando del fuego de la boca del horno, al frío invernal que se acentúa con el chorro de agua de la fuente que golpea sobre los calderos y me salpica los pies en su acarreo hasta el obrador. Hay que amasar, hacer bolas, hornear, barrer los ladrillos candentes del suelo, y con- tinuar con la hornada siguiente. Lo único que se hace por sí solo es fermentar la masa, que aún así podría complicarse si le atacase alguna corriente de aire maligno. Con esta premisa, no puedo por menos que acordarme de aquel dicho que tan sabia- mente repetía mi abuelo y que ahora se me antoja indiscutible. ¿Cómo era aquello? ¡Ah! Sí, ya lo recuerdo: “de panadero a cabrón, solo falta un escalón”. Bueno, pues no sé si he bajado soñoliento al obrador, o lo he soñado, pero en el último peldaño de la es- c a l e ra dormi- taba tum- bado mi perro Be- nifusco, que in- tentaba aprove- char con su barriga y sus p a t a s todo el frescor de las baldo- sas. Me ha cedido el paso, me ha sa- ludado con reve- rencia, creo, y se ha vuelto a su re- llano dor- mitorio. No me fio mucho de e s t e perro, me gustaba más su p a d r e Fusco. Aquel di- f u n t o ejemplar sí que era un autén- tico y ver- dadero amigo del hombre. Este hijo de perra, es otra cosa, bueno, realmente es un macarra. Un engendro de aquel pointer de morro partido y una perdiguera legañosa, que dio como resultado este encaste golfo y bellezón,