cuentos medievales Santiago Moncada Silva | Page 20

Cenicienta Cenicienta era muy pequeña cuando perdió a su madre; con los años, su padre conoció a una mujer y decidió casarse nuevamente. Cenicienta tendría una madrastra, con la que convivía a partir de ahora, además de sus dos hijas. La convivencia no es que fuese muy buena, pero todo empeoró con la muerte del padre de Cenicienta. Y la pena tan grande que supuso para su hija, dejándola sola y huérfana, teniendo que soportar el desprecio por la envidia que su madrasta y sus hermanastras le tenían; pues eran un poco malévolas, todo lo contrario a Cenicienta, una niña digna de admirar, tan generosa y honesta que el vecindario la sabía apreciar, llena de bondad y belleza, y en eso consistía su encanto, autentica dulzura. Y a pesar de todo, la pobre Cenicienta seguía siendo gentil con ellas, después de las cosas que la obligaban a hacer, que no era poco, ya que se encargaba de todas las tareas del hogar y estaba a su servicio, pero lo peor era que prácticamente la trataban como una esclava. En primavera, la reina convocó un gran baile con la idea de encontrar esposa para su hijo el príncipe. La madrastra y sus hijas al enterarse, ansiosas, no esperaron ni un segundo y comenzaron con los preparativos sin contar con Cenicienta. Ella se enteró el mismo día del baile, y se le ocurrió desempolvar el viejo vestido de su madre, lo arreglo y tan bonito le quedó, que al verlo sus hermanastras, llenas de celos y rabia lo destrozaron. Cenicienta desconsolada se puso a llorar y su llanto hizo venir al hada madrina, que con un toque de su barita mágica la transformó en toda una princesa y en su carroza se marchó, al baile, junto al anfitrión. Pero antes de irse el hada le advirtió que el hechizo desaparecería justo a la medianoche, y ella recuperaría los harapos que vestía de día. Al aparecer en el baile, Cenicienta deslumbró y al príncipe enamoró, bailaron y rieron pero las doce campanadas las despertaron del sueño, que tuvo que salir corriendo, y en su huida perdió uno de los zapatos de cristal. A la mañana siguiente, el príncipe impaciente por encontrar a la chica con la que había bailado la noche anterior, y puesto que no sabía quién era, fue casa por casa buscando la dueña del zapato perdido, a probárselo a cada una de las jóvenes y advirtió que se casaría con la señorita a quien le sirviera el zapatito. Y mira que las hermanastras intentaron ponérselo, pero el zapato no entraba de ninguna manera y consiguieron romperle, entonces Cenicienta apareció y le mostró el otro par que aún conservaba, se lo probó y le sentaba a la perfección. Y como pueden ver, al final las buenas acciones y la paciencia de Cenicienta tuvieron su recompensa, y ella y el príncipe se casaron. Enseñando así a la madrastra y hermanastras que la belleza se halla en el interior, en la nobleza del alma.