Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Pero la tempestad se había desencadenado y rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos
de roca rodaban por el mar y el cielo estaba completamente negro; tronaba, relampagueaba y el
mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas y todas llevaban en su cima una
corona blanca de espuma. Púsose a gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darle lo que se merece.
-¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el barbo.
-¡Ah, -contestó-, quiere ser semejante a Dios!
-Vuelve y la encontrarás en la choza.
Y a estas horas viven allí todavía.
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