Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-Y tú Cenicienta, ¿qué quieres? -le dijo.
-Padre, traedme la primera rama que encontréis en el camino.
Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas
y a su regreso al pasar por un bosque cubierto de verdor tropezó con su sombrero en una rama de
zarza y la cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a
la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró
tanto que regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol.
La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar
en él un pajarillo, y cuando sentía algún deseo, en el acto le concedía el pajarillo lo que deseaba.
Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días e invitó a ellas a todas
las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron
las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y le dijeron.
-Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del
rey.
La Cenicienta las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y
suplicó a su madrastra se lo permitiese.
-Cenicienta, -le dijo- estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una boda? ¿No tienes vestidos ni
zapatos y quieres bailar?
Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último:
-Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con
nosotras.
La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo:
-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger. Las
buenas en el puchero, las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas y por último
comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajar
a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pájaros
comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no había
trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces la niña
llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero le dijo:
-No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras.
Mas viendo que lloraba añadió:
-Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras.
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