CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 262

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica Pero Marlenita, yendo a su cómoda, sacó del cajón inferior su pañuelo de seda más bonito, envolvió en él los huesos que recogió de debajo de la mesa y se los llevó fuera, llorando lágrimas de sangre. Los depositó allí entre la hierba, debajo del enebro, y cuando lo hizo todo, sintió de pronto un gran alivio y dejó de llorar. Entonces el enebro empezó a moverse, y sus ramas a juntarse y separarse como cuando una persona, sintiéndose contenta de corazón, junta las manos dando palmadas. Se formó una especie de niebla que rodeó el arbolito, y en el medio de la niebla apareció de pronto una llama, de la cual salió volando un hermoso pajarito, que se elevó en el aire a gran altura, cantando melodiosamente. Y cuando había desaparecido, el enebro volvió a quedarse como antes; pero el paño con los huesos se había esfumado. Marlenita sintió en su alma una gran paz y alegría, como si su hermanito viviese aún. Entró nuevamente en la casa, se sentó a la mesa y comió su comida.  Pero el pájaro siguió volando, hasta llegar a la casa de un orfebre, donde se detuvo y se puso a cantar:  “Mi madre me mató,  mi padre me comió,  y mi buena hermanita  mis huesecitos guardó,  Los guardó en un pañito  de seda, ¡muy bonito!,  y al pie del enebro los enterró.  Kivit, kivit, ¡qué lindo pajarito soy yo!”  El orfebre estaba en su taller haciendo una cadena de oro, y al oír el canto del pájaro que se había posado en su tejado, le pareció que nunca había oído nada tan hermoso. Se levantó, y al pasar el dintel de la puerta, se le salió una zapatilla y así tuvo que seguir hasta el medio de la calle descalzo de un pie, con el delantal puesto, en una mano la cadena de oro, y la tenaza en la otra; y el sol inundaba la calle con sus brillantes rayos. Levantando la cabeza, el orfebre miró al pajarito:  -¡Qué bien cantas! -le dijo-. ¡Repite tu canción!  -No -contestó el pájaro-; si no me pagan, no la vuelvo a cantar. Dame tu cadena y volveré a cantar.  -Ahí tienes la cadena -dijo el orfebre-. Repite la canción.  Bajó volando el pájaro, cogió con la patita derecha la cadena y posándose enfrente del orfebre, cantó:  “Mi madre me mató,  mi padre me comió,  262