Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Pero en el mismo momento se rompió la vasija y el veneno salpicó al caballo; tan virulento era, que
el animal se desplomó muerto, como herido por un rayo. El criado echó a correr para dar cuenta
a su amo de lo sucedido, pero no queriendo perder la silla, volvió a buscarla. Al llegar junto al
cadáver del caballo, encontró que un cuervo lo estaba devorando.
“¿Quién sabe si cazaré hoy algo mejor?,” se dijo el criado; mató, pues, el cuervo y se lo metió en
el zurrón.
Durante toda la jornada estuvieron errando por el bosque, sin encontrar la salida. Al anochecer
dieron con una hospedería y entraron en ella. El criado dio el cuervo al posadero, a fin de que se
lo guisara para cenar. Pero resultó que había ido a parar a una guarida de ladrones, y ya entrada
la noche presentáronse doce bandidos, que concibieron el propósito de asesinar y robar a los
forasteros. Sin embargo, antes de llevarlo a la práctica se sentaron a la mesa, junto con el posadero
y la bruja, y se comieron una sopa hecha con la carne del cuervo. Pero apenas hubieron tomado un
par de cucharadas, cayeron todos muertos, pues el cuervo estaba contaminado con el veneno del
caballo.
Ya no quedó en la casa sino la hija del posadero, que era una buena muchacha, inocente por
completo de los crímenes de aquellos hombres. Abrió a los forasteros todas las puertas y les mostró
los tesoros acumulados. Pero el príncipe le dijo que podía quedarse con todo, pues él nada quería
de aquello, y siguió su camino con su criado.
Después de vagar mucho tiempo sin rumbo fijo, llegaron a una ciudad donde residía una orgullosa
princesa, hija del Rey, que había mandado pregonar su decisión de casarse con el hombre que
fuera capaz de plantearle un acertijo que ella no supiera descifrar, con la condición de que, si lo
adivinaba, el pretendiente sería decapitado. Tenía tres días de tiempo para resolverlo; pero era tan
inteligente, que siempre lo había resuelto antes de aquel plazo. Eran ya nueve los pretendientes que
habían sucumbido de aquel modo, cuando llegó el príncipe y deslumbrado por su belleza, quiso
poner en juego su vida. Se presentó a la doncella y le planteó su enigma:
-¿Qué es -le dijo- una cosa que no mató a ninguno y, sin embargo, mató a doce?
En vano la princesa daba mil y mil vueltas a la cabeza, no acertaba a resolver el acertijo. Consultó
su libro de enigmas, pero no encontró nada; había terminado sus recursos. No sabiendo ya qué
hacer, mandó a su doncella que se introdujese de escondidas en el dormitorio del príncipe y se
pusiera al acecho, pensando que tal vez hablaría en sueños y revelaría la respuesta del enigma.
Pero el criado, que era muy listo, se metió en la cama en vez de su señor, y cuando se acercó la
doncella, arrebatándole de un tirón el manto en que venía envuelta, la echó del aposento a palos.
A la segunda noche, la princesa envió a su camarera a ver si tenía mejor suerte. Pero el criado le
quitó también el manto y la echó a palos.
Creyó entonces el príncipe que la tercera noche estaría seguro y se acostó en el lecho. Pero fue
la propia princesa la que acudió, envuelta en una capa de color gris y se sentó a su lado. Cuando
creyó que dormía y soñaba, púsose a hablarle en voz queda, con la esperanza de que respondería
en sueños, como muchos hacen. Pero él estaba despierto y lo oía todo perfectamente.
248