Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-Oye, marido. Es preciso que la niña no sepa la historia de los siete cuervos; de modo que debemos
cuidarnos mucho. Nada ganas con pasarte las horas junto a la ventana. Yo confío en que ellos
volverán quizás algún día. Pero mientras tanto, olvidemos aquello.
El padre asintió. Y de este modo, como jamás le hablaron sus padres de los siete hermanos, la niña
no supo nunca la triste historia.
Pero un día en que conversaba con una vecina, escapósele a ésta el secreto.
-¡Qué bonita eres! -dijo la mujer; y añadió atolondradamente-: Es una lástima que tus hermanos
que tanto te querían no estén aquí para verte.
La niña se quedó pensativa y en seguida preguntó:
-¿Mis hermanos? Debéis estar equivocada. Yo nunca he tenido hermanos. ¿De quién habláis?
La buena mujer comprendió que había hablado por demás y que su charlatanería iba a provocar
un disgusto en casa de sus vecinos. Pero ya no había manera de retroceder. Ante las preguntas de
la niña, se vio obligada a contarle la triste historia del encantamiento de sus hermanos, debido a la
maldición de su padre cuando ella era apenas una niñita recién nacida.
Así fue cómo la pequeña supo que, un poco a causa suya, sus siete hermanos estaban ahora
convertidos en siete cuervos. Entonces sintió tal aflicción que decidió hablar a sus padres. La pobre
gente comprendió que ya no podía ocultarle la verdad.
-Es cierto todo lo que te ha dicho la vecina -dijo la madre, afligida-. Pero hace ya mucho tiempo,
mucho tiempo, y nunca hemos vuelto a verles.
Entonces dijo la niña:
-Pues yo he de ir a buscarles. Soy culpable de que los pobrecitos estén ahora convertidos en siete
cuervos y es preciso que los encuentre para que puedan volver a casa.
-¡Pero no sabemos dónde están! -exclamaron los padres-. ¿Cómo harás para encontrarles?
La niña se quedó un momento pensando. Sus padres tenían razón: sería muy difícil saber dónde
habitaban ahora los siete cuervos encantados. Pero después de un instante, exclamó:
-No sé todavía cómo haré para encontrarles. Preguntaré y preguntaré hasta dar con ellos. Y el día
que eso suceda, volveré a casa con mis hermanitos.
Los padres, comprendiendo que la niña estaba decidida, no se opusieron a su partida. La mamá le
preparó una cesta con merienda para el viaje y entregándole su anillo de bodas como recuerdo, la
despidió en el camino.
La niña echó a andar, y después de mucho caminar, sin hallar seña alguna de sus hermanos, llegó
al fin del mundo. Ya no le quedaba otra cosa que hacer que lanzarse al espacio; y la niña, siempre
en busca de los siete cuervos, llegó al sol.
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