Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
El molinero, asustado, hizo lo que se le mandaba. A la mañana siguiente volvió el diablo, pero
la muchacha había estado llorando con las manos en los ojos, por lo que estaban limpísimas. Así
tampoco pudo acercársele el demonio, que dijo furioso al molinero:
-Córtale las manos, pues de otro modo no puedo llevármela.
-¡Cómo puedo cortar las manos a mi propia hija! -contestó el hombre horrorizado. Pero el otro le
dijo con tono amenazador:
-Si no lo haces eres mío y me llevaré a ti.
El padre, espantado, prometió obedecer y dijo a su hija:
-Hija mía, si no te corto las dos manos, me llevará el demonio, así se lo he prometido en mi
desesperación. Ayúdame en mi desgracia, y perdóname el mal que te hago.
-Padre mío -respondió ella-, haced conmigo lo que os plazca; soy vuestra hija.
Y tendiendo las manos, se las dejó cortar. Vino el diablo por tercera vez, pero la doncella había
estado llorando tantas horas con los muñones apretados contra los ojos, que los tenía limpísimos.
Entonces el diablo tuvo que renunciar; había perdido todos sus derechos sobre ella.
Dijo el molinero a la muchacha:
-Por tu causa he recibido grandes beneficios; mientras viva, todos mis cuidados serán para ti.
Pero ella le respondió:
-No puedo seguir aquí; voy a marcharme. Personas compasivas habrá que me den lo que necesite.
Se hizo atar a la espalda los brazos amputados y al salir el sol se puso en camino. Anduvo todo el
día, hasta que cerró la noche. Llegó entonces frente al jardín del Rey y a la luz de la luna vio que
sus árboles estaban llenos de hermosísimos frutos; pero no podía alcanzarlos, pues el jardín estaba
rodeado de agua. Como no había cesado de caminar en todo el día, sin comer ni un solo bocado,
sufría mucho de hambre y pensó: “¡Ojalá pudiera entrar a comer algunos de esos frutos! Si no,
me moriré de hambre.” Arrodillóse e invocó a Dios y he aquí que de pronto apareció un ángel.
Éste cerró una esclusa, de manera que el foso quedó seco, y ella pudo cruzarlo a pie enjuto. Entró
entonces la muchacha en el jardín y el ángel con ella. Vio un peral cargado de hermosas peras,
todas las cuales estaban contadas. Se acercó y comió una, cogiéndola del árbol directamente con la
boca, para acallar el hambre, pero no más. El jardinero la estuvo observando; pero como el ángel
seguía a su lado, no se atrevió a intervenir, pensando que la muchacha era un espíritu; y así se
quedó callado, sin llamar ni dirigirle la palabra. Comido que hubo la pera, la muchacha, sintiendo
el hambre satisfecha, fue a ocultarse entre la maleza.
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