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Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica sin hallar una hoja que pacer? ¡Beh!, ¡be! -¡Qué viejo!, -dijo el sastre, y saliendo del establo, regañó a su hijo. -Embustero, ¿no me has dicho que la cabra estaba harta? y ha vuelto en ayunas. Cogió encolerizado la vara de medir y le echó de la casa dándole de palos. Al día siguiente tocaba la vez al segundo hijo, quien buscó a lo largo del cercado del jardín un lugar bien provisto de yerba y la cabra cortó hasta el último tallo. Por la noche cuando trataba de volver le preguntó. -¿Has comido, cabra? A lo que contestó. Estoy atascada, Saciada. ¡Bah!, ¡ba! -Vamos a casa -dijo el joven y la llevó al establo, donde la ató. -¿Ha comido la cabra todo lo que necesitaba?, -dijo el sastre. -¡Oh!, sí, -contestó el hijo-, está atascada y saciada. El sastre que era aficionado a verlo todo por sí mismo; fue al establo y preguntó. -¿Cabrita, has comido bien? A lo que respondió la cabra. ¿Cómo había de comer, si no he hecho más que correr sin hallar una hoja que pacer? ¡Beh!, ¡be! -¡Miserable!, -exclamó el sastre-, ¡dejar en ayunas a un animal tan bueno!, y puso también en la calle a palos a su segundo hijo. Al día siguiente, tocó el turno al hijo menor, que para hacer bien las cosas buscó sotos provistos de buenas yerbas, en los que puso a comer a la cabra. Por la noche cuando trató de volver, le preguntó. -¿Has comido, cabra? 160