ladrones a punto de darse un gran festín de comida y con el hambre que tenían
decidieron que tenían que hacer algo para echar de la casa a los ladrones.
El asno se colocó junto a la ventana, el perro se subió encima del asno, el gato
encima del perro y el gallo encima de la cabeza del gato. Así, unos encima de otros,
empezaron a rebuznar, ladrar, maullar y cantar con toda su alma. Rompieron incluso
la ventana y armaron tal estruendo que los ladrones huyeron creyendo que se trataba
de algún fantasma.
Los animales cenaron hasta que ya no pudieron más y se echaron a dormir. El asno
eligió el estiércol, el perro se fue detrás de la puerta, el gato prefirió las cenizas del
hogar y el gallo se puso encima de una viga.
A media noche uno de los ladrones, viendo a lo lejos que la casa parecía en calma se
armó de valor y decidió volver.
Los músicos de BremenPero cuando llegó la casa estaba a oscuras, confundió los
ojos del gato con las brasas del hogar, acercó una cerilla y el gato le arañó la cara,
fue hacia la puerta y le mordió el perro en la pierna, salió corriendo fuera de la casa,
pisó el estercolero y el asno le dio una coz y justo en ese momento el gallo empezó a
cantar desde la viga ¡¡Kirikíi!!
El ladrón corrió todo lo rápido que pudieron sus pies y cuando llegó le contó a sus
compañeros:
- ¡En la casa hay una bruja que me ha arañado la cara, detrás de la puerta un hombre
con un cuchillo que me lo ha clavado en la pierna, y fuera un monstruo que me ha
golpeado con un terrible mazo!! Y encima del tejado un juez que gritaba ¡Traedme el
ladrón aquí!
Tras esto a los ladrones ni se les ocurrió volver a pisar esa casa y los músicos de
Bremen todavía siguen allí.
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