Cuentos Cortos Para Días Largos FANZINE ANGELICA | Page 23
mi cuerpo hacia el ser marino. Temblaba. En los segundos que duró el parpadeo,
miles de pequeñas espinas se incrustaron en los poros de mi piel con tal intensidad
que pude sentir el momento exacto en que atravesaron la membrana de mi última
célula. Bajé la mirada hacia mi vientre y entonces éste se abrió como una flor en
luna llena. Incontables haces de luz diáfana nacían con el único propósito de
perecer luego de estallar, al mejor estilo de un espectáculo de luces y fuegos
artificiales. Una fuerza que provenía de no sé dónde imantaba cada brote de vida
de ese universo azul profundo. Por la eternidad del instante en que transcurrió la
escena el monumental pez desapareció sin dar aviso ni manifestar amago de huida.
Aún recuerdo la forma en que resplandecían sus pupilas dilatadas, sus ojos negros
fundiéndose con la noche que llegó de pronto. Yo quedé flotando en aquel
desolado lugar con el color azul como única compañía. Un escalofrío recorrió mis
piernas, el eco de una reminiscencia que parecía mía comenzó a asolarme. Recordé
a un pez acercarse lento y cómo sus ojos me tragaban por entero.
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