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Todo iba perfecto, hasta que un día su hermano mayor le pidió un favor:
-Necesito comprar una repisa para todos mis libros, pero no podré ir a casa a medir todos mis libros en fila.
¿Podrías hacerlo tú?
Entonces, muy contenta Matilda, juntó todos los libros de su hermano en una fila y comenzó a medirlos con sus manos.