Cuadernos Médicos Sociales 2018; Vol 58 N°3 | Page 40

contingente, compleja y frágil. En este sentido, la idea de interfaz nos ubica en un polo constructi- vista de análisis frente al desarrollo de las distin- tas experiencias de participación en salud, lo que supone poner en relieve los lenguajes, prácticas, sentidos y racionalidades históricas (4) que operan imbricadas en el campo de la participación, y sus efectos sobre las personas y las comunidades. Sobre esta premisa de multiplicidad y solapa- miento entre distintas formas de entender y po- ner en práctica la participación en salud, el pre- sente artículo busca caracterizar esta interfaz en términos de algunas de sus relaciones constituti- vas: 1) relación de servicio, 2) relación terapéuti- ca, 3) relación tecnológica, y 4) relación espacial y territorial. enfermos ni usuario pobres, sino simplemente un tipo específico de actor que entra en relación con los aparatos técnico-administrativos mandatados para conducir un modo transversal de política pú- blica como es la participación ciudadana (7). Así, paradojalmente, una búsqueda del ejercicio del derecho a la participación basada en la imple- mentación de mecanismos de democracia delibe- rativa, en donde todos se reconocen como iguales (usuarios), puede estar negando la real posibilidad de participar. Aquí se vislumbra el peligro de la concepción liberal de sociedad civil, que concibe a los ciudadanos como usuarios informados que persiguen intereses individuales y que son deposi- tarios de las mismas competencias para participar en los espacios públicos “ofrecidos” por servicios públicos y privados (8). Esto supone un tipo de gestión en manos de expertos, y cuyo proceso está más cerca de los dispositivos burocráticos del Estado que del trabajo comunitario, pasando por alto las condiciones de vida, las rutinas per- formativas, lenguajes, formas de citación (9), y las redes sociotécnicas específicas que constituyen a los sujetos en el plano de la salud, dificultando el reconocimiento de la experiencia social de las per- sonas en la interfaz de participación ciudadana. Esto está en íntima conexión con la forma en que nuestra sociedad, y las latinoamericanas en general, se han insertado en la modernidad. Araujo y Martuccelli (10) relevan la necesidad de comprender las particularidades del proceso de individuación en Chile y Latinoamérica, ya que este no responde al modelo clásico de individua- lismo institucional de las sociedades europeas y no ha ha transitado de la misma forma por la genealogía foucaultiana del poder. En aquel de- sarrollo se configuró una interfaz socio-estatal mucho más cohesionada que en sociedades como las latinoamericanas: por una parte, el Estado era mucho más fuerte en la regulación de las conduc- tas pero, por otro lado, también más permeable a la ciudadanía que se desarrolla a su alero. En nuestra sociedad los individuos se posicionan en función de sus habilidades para lidiar con la vida social, y esta vida no se considera siempre organizada desde lo estatal, cuestión que pone en discusión la idea de una gubernamentalidad (11) chi- lena o latinoamericana. Incluso si se reconoce la existencia de instituciones de gobierno, estas no adhieren del todo a un programa de gobierno del individuo. En ese sentido, la relación de servicio es una innovación técnica del Estado, hibridada con una fuerte semántica de derechos. Estas in- novaciones son siempre parciales y levantadas por RELACIÓN DE SERVICIO Un primer tipo de relación, fundamental para entender la configuración de los dispositivos de participación en la actualidad, se anla en las ló- gicas burocráticas del Estado y la pretensión de articular una política mecánica de participación desde arriba hacia abajo (5). Este tipo de relación se apoya en la normativa de participación elabo- rada desde la administración pública a partir de instrumentos como la institución de los Consejos de Desarrollo Local, la Ley de Asociaciones y Participación Ciudadana en la Gestión Pública, el instructivo presidencial que mandata la crea- ción de normas sectoriales para la participación ciudadana y la consecuente apropiación de dicho mandato por parte del Ministerio de Salud en la Norma de Participación Ciudadana en la Gestión Pública de Salud - Exenta N°31 del 19 de enero de 2015. Esta configuración normativa decanta en una serie de mecanismos de participación que de- ben ser puestos en marcha en los distintos centros de salud. La característica principal de esta rela- ción es su gerencia vertical. Esta participación es administrada desde las instituciones mandatadas para el cumplimiento de la agenda gubernamental, bajo un esquema neoinstitucionalista centrado en las capacidades estatales y no en la comprensión/ transformación de la experiencia social de las personas en el ámbito de la salud. Esto motiva el despliegue de una racionalidad managerial (6) que se provee de las ciencias sociales, de la administra- ción y de las comunicaciones, para implementar una interfaz participativa con las personas bajo la categoría de “usuarios”, haciendo abstracción de las particularidades tanto médicas como socioe- conómicas. Bajo esta perspectiva no hay usuarios Moller S., et al. 38