Mi mamá emigro después del año 25, año en
que se traspasó Tacna a Perú y ellos vivían cerca
de Tacna. Algunos tuvieron que emigrar al nor-
te, Lima, Argentina, y otros al sur. En Iquique
fue donde se encontraron. Mi papá ingreso a
la Fuerza Aérea llegó a ser sub-oficial mayor de
aviación. Jubiló antes del Golpe. Pero yo no tenía
mayores problemas que un barrio malo, de acá en
San Miguel, barrio difícil de gente con malos há-
bitos, delincuentes, prostitutas…
Sebastián Moller: espéreme, sus papás llegan a
Santiago
Arnaldo: Claro, a mi papá lo trasladaron a la co-
muna de El Bosque, por la Fuerza Aérea y ahí nos
instalaron en el paradero 4 de la Gran Avenida,
más o menos. Cerca de Santa Rosa. Y ahí conocí
otro aspecto de la vida, de la ciudad…
Sebastián: ¿Usted nace en Santiago?
Arnaldo: No, en Iquique… Conozco la vida
difícil de los arrabales de la ciudad de ese tiem-
po, años 40-45. Yo compartía mis juegos con el
hijo del delincuente, con el que había matado a
alguien, entonces en fin. En el barrio nos juntá-
bamos y nadie hablaba de sus problemas, sino
que ellos trataban con el tiempo de trasmitirme
su hábito: de ir a robar, pero yo me contenía un
poco, nos conteníamos los 3 hermanos que éra-
mos porque mi papá era estricto. Él llegaba de su
pega y nos permitía un poco en la calle y a las 9 de
la noche todos adentro. Ahí el mundo cambiaba,
de un mundo difícil a un mundo… nosotros no le
contábamos a mi papá que nos bañábamos en el
Zanjón de la Aguada. Él nos preguntaba y noso-
tros “no, todo bien”. Así que así me fui desarro-
llando como persona. Lamentablemente mi papá
jubiló… cedió al trago, cayó en el alcoholismo y
bueno, falleció. Bueno ahí nosotros estábamos en
el Liceo, estudiando, yo había dado el bachillerato
con buenas notas. En fin, hasta ahí no más queda-
mos en esa parte de los estudios…
Sebastián: Cuando él muere, ¿usted tuvo que
dejar de estudiar?
Arnaldo: Si, porque vino un período medio di-
fícil con mi mama. Mi mamá me decía mira, “tú si
quieres seguir estudiando yo te financio los gastos
y todo, pero si quieres trabajar, trabaja, yo no sé
qué es lo que quieres hacer”. “Me gustaría estu-
diar” le dije, pero me puse a trabajar. Entonces
empezó la vida del trabajo y conocí esta parte del
sindicato. Me junté con una persona, también del
sector campesino, de Villa Alegre. Tuvimos 2 ni-
ños…y llegamos y arrendamos en La Cisterna. Yo
dije “Voy a juntar unos pesos y vamos a comprar
un sitio para nosotros” Entonces empezamos un
Barrientos M., et al.
día a buscar por la Florida, toda esa parte y un
pedazo de La Granja y encontramos un pedazo
de terreno del fundo La Castrina. Vendían unos
sitios en cooperativa. Entonces ya, fuimos a eso
y eran sitios grandes de 500 metros. Justamente
para la cosa rural y urbana. O sea ellos pensaban
que la gente volvía del trabajo en la tarde y se po-
nía a jardinear o plantar…era una vida mejor.
La gente que compartía en ese entonces, con
nosotros, era gente de trabajo. No había delin-
cuencia. Pero, no teníamos agua, no teníamos luz,
era un pedazo de terreno no más. Yo estaba acos-
tumbrado a prender una luz, a bañarme con agua
caliente. Y llegar a un lugar donde había que jun-
tar agua, ir a buscarla, llegar a la tarde a las 8 pm y
salir a 1 km el agua…o sea mi vida cambio. Pero,
yo estaba dispuesto a salir adelante. Entonces
se me acercaron unos vecinos y me dijeron, que
ellos eran de la Junta de Vecinos, y yo dije “No,
yo de juntas de vecinos nada que ver”. Me dijeron
que ellos pertenecían a un partido político. “Yo
de partidos políticos, no me interesa”, les dije. La
vida de un militar es así, no se habla de política.
Sebastián: Su papá era militar ¿Usted también?
Arnaldo: Yo hice el servicio pero de militar
no…bueno. Pero, de repente con el correr del
tiempo y de la vida…yo decía “Necesitamos
poner agua, necesitamos luz, necesitamos una
escuela, un consultorio…” ¿Cómo yo sólo voy
a resolver estos problemas para mi familia, sino
me junto con estas otras personas que vienen a
contarme también sus cosas? Pero era la gente…
que estaba organizada era la única gente con la
que se podía contar. Ya dije, me hago parte de la
junta de vecinos. “Pero métase a la cooperativa
también”, y yo … “¿Qué es eso de la cooperati-
va?” Bueno ahí estuvimos varios años de la coo-
perativa, yo llegué a ser presidente de la comisión
de vigilancia de la cooperativa. Entonces yo me
di cuenta de algo, que yo traía una educación, un
nivel, y ellos eran obreros, carpinteros, gente de
no muchos estudios…y ellos me decían. Ellos me
decían “Mire nosotros tenemos problemas con el
lápiz y sabemos que usted nos puede ayudar”. Y
claro, ahí escribía las cartas al alcalde, pidiendo un
consultorio, una escuela… Bueno y con el tiem-
po me fui dando cuenta de que no había caso. La
municipalidad no quería nada con nosotros…nos
decían “ustedes son particulares”, no son parte
del Estado…entonces no teníamos nada que ver.
Entonces yo les plantié que hiciéramos un consul-
torio. Si ellos eran albañiles, sabían…
Sebastián: ¿Usted le dice a la gente de la Junta
de Vecinos, “hagamos un consultorio”?
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