Cuadernillo Kinetoscopio 2014 - I | Page 38

El maestro vuelve a abrazar al discípulo y juntos, de la mano, le ayudarán a llevar el mensaje a la humanidad, la prepararán para la venida de los cuerpos que vendrán de otras galaxias en sus naves, ha llevarlos el planeta Okmon, en donde no existen la envidia ni ningún tipo de animalidad. difícilmente tendrá redención, pero también es un hombre inteligente, un tipo valiente que supo sobrevivir a una guerra y ganarla. Y por supuesto que Lancaster Dodd es un charlatán cualquiera, su pseudociencia es un disparate que ni él mismo cree. ¿Cómo así que nuestras enfermedades son heredadas por los ancestros que poblaron la tierra “hace billones de años”, cuando la humanidad apenas tiene 30 mil años de existencia?, ¿Quién puede creer eso de que nuestros cuerpos son receptáculos de vida alienígena?, O que nuestros sueños no son otra cosa que viajes en el tiempo y el espacio. Y sin embargo, Hoffman logra lo imposible: darle una dignidad y un carisma incuestionable a este miserable embaucador. En The Master el llorado actor demostró una vez más de lo que podía ser capaz cuando le daban un protagónico. Yo no sé si les sucedió a ustedes, pero por momentos me parecía ver al Orson Welles del Ciudadano Kane. Cuando entra a la fiesta de su hija saludando a todos los invitados, agachándose y corriendo con una agilidad que no debería tener una persona de ese peso, es como volver a ver a Charles Foster Kane entrando a su periódico a recoger un trofeo después de su luna de miel en Europa. O la escena en que canta “Oh Ruby”, mientras el perturbado Quell, desnuda con el poder de su imaginación, a todas las mujeres del salón ¡cuánta gracia y cuánto ritmo! Con qué naturalidad se ponía rojo cuando él quería. O en las sesiones cuando le pedía a Freddie que le sirviera un trago más de su explosivo cóctel. Yo nunca había visto a alguien en el cine tomar un trago con ese ardor y ese gusto. 38 Viendo The Master uno se da cuenta de la tragedia que constituye su muerte. Tenía tanto talento que hasta podía actuar de espaldas, como en la escena en que Amy Adams lo masturba. Podía estar en un primer plano de 66 milímetros y controlar tan bien sus gestos que en ningún momento aparece sobreactuado, ni siquiera en esa secuencia en que ve como su discípulo se pierde con su moto en el desierto, y él, impotente, sólo atina a gritar ¡Freddie! Hay actores enormes, que actúan sólo para ellos mismos. El método de Hoffman, basado en su oído prodigioso, mejoraba la interpretación del resto del reparto. Por eso es que las películas de Philip Seymour Hoffman son tan maravillosas, simple y llanamente porque él estaba allí. En el lanzamiento del esperado “Sable partido”, la segunda y crucial obra de Lancaster Dodd, Freddie escucha a su maestro y dentro de su magullada humanidad sabe que todo lo que dice el hombre rubio de cara colorada es falso. El haber servido de cobaya al método le da la autoridad suficiente para decir que este es un fracaso, el animal sigue adentro, no ha muerto, está agazapado y en cualquier momento volverá a salir a la luz. Lo mejor es probar suerte en otro lado, cruzar el desierto en una moto robada y perderse. Varios años después, mientras mira un capítulo de Gasparín en un cine cualquiera, recibe una llamada de su maestro. Le dice que está en Inglaterra, que lo extraña, que se embarque inmediatamente y él lo volverá a recibir con los brazos abiertos. No sabemos cómo, pero la piltrafa humana ha cruzado el océano. Lancaster Dodd ha triunfado, así lo atestiguan las imponentes instalaciones, los alumnos impecablemente vestidos. No es necesario dejarse crucificar para crear una religión. El maestro vuelve a abrazar al discípulo y juntos, de la mano, le ayudarán a llevar el mensaje a la humanidad, la prepararán para la venida de los cuerpos que vendrán de otras galaxias en sus naves, ha llevarlos el planeta Okmon, en dond e no existen la envidia ni ningún tipo de animalidad. Esa tarde Freddie Quell saldrá a cualquier bar a celebrar que ya está curado, se emborrachará con su cóctel explosivo y llevará a la cama a cualquier prostituta y allí, tendido sobre ella, volverá a ver a la mujer de arena. Él es el mismo muchacho que diez años atrás se quedó sin guerra, sólo que ahora está en Inglaterra. 39