Cuadernillo Kinetoscopio 2014 - I | Page 34

hambre- y él llamó a la enfermedad delirio de negación pero ésta heredó con los años el apellido de su descubridor. Las personas que sufren el delirio o síndrome de Cotard niegan su propia existencia, son excesivamente hipocondriacas y entre otros síntomas, manías y embelecos desarrollan una visión muy distorsionada del mundo. Parece una descripción bastante fiel del personaje de Synecdoche, New York y es una broma macabra la de Charlie Kaufman el haber bautizado a su personaje principal con este apellido. Aunque Caden Cotard no está a merced de sus eufóricas erupciones creativas; él intenta ordenar ese mundo distorsionado que percibe a partir del micromundo que construye aunque el mundo real se esté desmoronando –noten que paredes para afuera, la historia de Charlie Kaufman es un apocalipsis- y al final entiende de qué se trata todo: no es muerte, no es dolor, no es soledad ni enfermedad lo que busca abarcar con su obra, es la vida misma, cada microscópico detalle, una vida en la que nadie es un extra. En una de las escenas finales, Caden está a punto de acostarse con Hazel –la mujer interpretada por Samantha Morton-, ambos en su vejez, en el cuarto de una casa eternamente en llamas y ella dice: “El final está construido en el principio”. Una verdad anhelada que opera como uno de tantos acertijos sembrados por Kaufman a lo largo del filme. Hagamos el experimento de volver al principio de la película para comprobar si este guionista jodidamente genial es consecuente con lo que dice. En la conversación radial que Caden Cotard oye cuando despierta en la primera secuencia, en el inicio de su otoño, una mujer recita este poema: “Quien no tenga una casa hoy, nunca la tendrá. Quien quiera estar solo, siempre estará solo. Estará sentado, leerá, escribirá largas cartas hasta el atardecer y vagará por los bulevares de arriba abajo, agitadamente, mientras las hojas secas caen”. De un modo alegórico esta es la historia de Caden Cotard y además es la senda marcada para que Philip Seymour Hoffman dejara su legado artístico. No fue su última película pero en esta lo hizo todo y después murió. Es un hecho áspero pero es verídico. 34 The Master -de Paul Thomas Anderson El atormentado muchaho de la Guerra 35