el alivio que le llega a los soldados cuando, en el campo de batalla,
reciben cartas de los seres amados que no volverán a ver jamás. En
esta película están todos los actores que Philip Seymour Hoffman
fue y todos los que pudo haber sido. Lo vemos por primera vez en
su mediana edad, tal y como lo conocimos, y lo acompañamos en la
decadencia natural implícita en el devenir de la vida: enfermedad,
soledad, amor, vejez, tristeza, sexo, muerte. Su personaje es Caden
Cotard, un dramaturgo que parece atrapado en el río del tiempo
del mismo modo en que los insectos ensartados en alfileres están
atrapados en vitrinas. Nada más fíjense en los detalles ocultos de
las secuencias, por ejemplo la inicial, donde las fechas del día cambian de modo arbitrario así que Cotard despierta un 22 de septiembre –inicio del otoño, inicio del fin- y para cuando está tomando
café y leyendo el periódico, es 2 de noviembre. ¿Adonde se han ido
los días?, ¿Cómo ha pasado el tiempo sin darnos cuenta?, ¿Existe
algún ser humano que no se haya hecho antes estas preguntas?.
Charlie Kaufman escribe películas grandiosas ubicadas casi siempre
en un escenario ínfimo: la bóveda craneal. En ¿Quieres ser John
Malkovich? (Being John Malkovich, 1999) un pasadizo secreto conduce a la mente de un famoso actor y en Eterno resplandor de una
mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004)
los personajes principales se someten a un procedimiento que les
borra la memoria de manera selectiva. Synecdoche, New York es
la primera película que Kaufman dirige. Lo que logra es una rareza
de 124 minutos que hoy definitivamente y sin que Kaufman tuviera
esta intención, es el testamento de un gran actor.
La empresa en la que se empeña Caden Cotard después de recibir una cuantiosa beca, es la de reproducir con exactitud milimétrica su propia vida. A través del arte penetra su pasado y revive
su presente, contratando actores que lo interpretan a él, a su
familia, a sus amigos, a los desconocidos que se topa por la calle, a
los desconocidos que se topan con otros desconocidos, etcétera.
Y esta labor