guerra de Charlie Wilson (Charlie Wilson’s War, 2007), La duda
(Doubt, 2008), Poder y Traición
(The Ides of March, 2011),
Moneyball (2001) y la ya mencionada The Master compusieron
una partitura de excelencia
trazada a velocidad meteórica.
Philip Seymour Hoffmann era el
hombre deseado en los repartos,
en las ceremonias de entrega
de galardones y, seguramente,
en las fiestas, aunque después
su primera y única obra como
director, Jack Goes Boating
(2010), pasase completamente
inadvertida entre colegas, crítica, público y circuitos comerciales.
Tal vez porque su ser era
menos importante, o lo menos
relevante en cualquier actor
que ha alcanzado su posición
en el firmamento del gremio,
siempre dictada por otros. No
puede rehuir su categoría de
actuación constante, de fingir
que es mentira lo que en su
vida privada resultaba ser una
dolorosa verdad, y de revelar
certezas y abrir compartimentos
personales que, en el fondo, no
interesaban a nadie. Se codicia el constructo inmaterial, el
hombre que se ve pero que no
se toca, que llega a repetirse en
un ordenador y a recrear sus
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movimientos y las vibraciones
de sus cuerdas vocales, como
si siguiera ahí, como si nunca se
hubiese marchado. Pero Philip
Seymour Hoffmann se fue hace
mucho tiempo, cuando lo autént