Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
puerta, y él no lo advirtió porque tenía otras muchas cosas en que
pensar en aquel momento. Que el estuche estuviera allí
demuestra que el asesino se escondió en el piso vacío. He aquí
explicado todo el misterio.
-Ingenioso, amigo Rasumikhine, diabólicamente ingenioso,
incluso demasiado ingenioso.
-¿Por qué demasiado?
-Porque todo es tan perfecto, porque los detalles están tan bien
trabados, que uno cree hallarse ante una obra teatral.
Rasumikhine abrió la boca para protestar, pero en este momento
se abrió la puerta, y los jóvenes vieron aparecer a un visitante al
que ninguno de ellos conocía.
V
Era un caballero de cierta edad, movimientos pausados y
fisonomía reservada y severa. Se detuvo en el umbral y paseó a
su alrededor una mirada de sorpresa que no trataba de disimular
y que resultaba un tanto descortés. «¿Dónde me he metido?»,
parecía preguntarse. Observaba la habitación, estrecha y baja de
techo como un camarote, con un gesto de desconfianza y una
especie de afectado terror.
Su mirada conservó su expresión de asombro al fijarse en
Raskolnikof, que seguía echado en el mísero diván, vestido con
ropas no menos miserables, y que le miraba como los demás.
Después el visitante observó atentamente la barba inculta, los
cabellos enmarañados y toda la desaliñada figura de Rasumikhine,
que, a su vez y sin moverse de su sitio, le miraba con una
curiosidad impertinente.
Durante más de un minuto reinó en la estancia un penoso
silencio, pero al fin, como es lógico, la cosa cambió.
Comprendiendo sin duda -pues ello saltaba a la vista que su
arrogancia no imponía a nadie en aquella especie de camarote de
trasatlántico, el caballero se dignó humanizarse un poco y se
dirigió a Zosimof cortésmente pero con cierta rigidez.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 176