La has engatusado.
Y, al decir esto, la sirvienta sonreía maliciosamente.
Debes echar el azúcar en el té en vez de beberlo así, Nastasia Nikiphorovna.
¡Oye, mal educado! replicó Nastasia. Pero en seguida se echó a reír de buena
gana. Cuando se hubo calmado continuó : Soy Petrovna y no Nikiphorovna.
Lo tendré presente... Pues bien, amigo Rodia, dicho en dos palabras, yo me
propuse cortar de cuajo, utilizando medios heroicos, cuantos prejuicios existían
acerca de mi persona, pues es el caso que Pachenka tuvo conocimiento de mis
veleidades... Por eso no esperaba que fuese tan... complaciente. ¿Qué opinas
tú de todo esto?
Raskolnikof no contestó: se limitó a seguir fijando en él una mirada llena de
angustia.
Sí, está incluso demasiado bien informada dijo Rasumikhine, sin que le
afectara el silencio de Raskolnikof y como si asintiera a una respuesta de su
amigo . Conoce todos los detalles.
¡Qué frescura! exclamó Nastasia, que se retorcía de risa oyendo las
genialidades de Rasumikhine.
El mal está, querido Rodia, en que desde el principio seguiste una conducta
equivocada. Procediste con ella con gran torpeza. Esa mujer tiene un carácter
lleno de imprevistos. En fin, ya hablaremos de esto en mejor ocasión. Pero es
incomprensible que hayas llegado a obligarla a retirarte la comida... ¿Y qué
decir del pagaré? Sólo no estando en te juicio pudiste firmarlo. ¡Y ese proyecto
de matrimonio con Natalia Egorovna...! Ya ves que estoy al corriente de todo...
Pero advierto que estoy tocando un punto delicado... Perdóname; soy un
asno... Y, ya que hablamos de esto, ¿no opinas que Prascovia Pavlovna es
menos necia de lo que parece a primera vista?
Sí respondió Raskolnikof entre dientes y volviendo la cabeza, pues había
comprendido que era más prudente dar la impresión de que aceptaba el
diálogo.
¿Verdad que sí?
exclamó Rasumikhine, feliz ante el hecho de que
Raskolnikof le hubiera contestado . Pero esto no quiere decir que sea
inteligente. No, ni mucho menos. Tiene un carácter verdaderamente raro. A mí
me desorienta a veces, palabra. No cabe duda de que ya ha cumplido los
cuarenta, y dice que tiene treinta y seis, aunque bien es verdad que su aspecto
autoriza el embuste. Por lo demás, te juro que yo sólo puedo juzgarla desde un
punto de vista intelectual, puramente metafísico, por decirlo así. Pues nuestras
relaciones son las más singulares del mundo. Yo no las comprendo... En fin,
volvamos a nuestro asunto. Cuando ella vio que dejabas la universidad, que no
dabas lecciones, que ibas mal vestido, y, por otra parte, cuando ya no te pudo
considerar como persona de la familia, puesto que su hija había muerto, la
inquietud se apoderó de ella. Y tú, para acabar de echarlo a perder, empezaste
a vivir retirado en tu rincón. Entonces ella decidió que te fueras de su casa. Ya
hacía tiempo que esta idea rondaba su imaginación. Y te hizo firmar ese
pagaré que, según le aseguraste, pagaría tu madre...
Esto fue una vileza mía declaró Raskolnikof con voz clara y vibrante . Mi
madre está poco menos que en la miseria. Mentí para que siguiera dándome
habitación y comida.
Es un proceder muy razonable. Lo que te echó todo a perder fue la conducta
del señor Tchebarof, consejero y hombre de negocios. Sin su intervención,
Pachenka no habría dado ningún paso contra ti: es demasiado tímida para eso.
85