CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 305

explicado todo, y su declaración es de las más completas. ¡Cómo me equivoqué! A mi juicio, ese hombre es un genio, el genio del disimulo y de la astucia, un maestro de la coartada, por decirlo así, y, teniendo esto en cuenta, no hay que asombrarse de nada. En verdad, personas así pueden existir. Que no haya podido mantener su papel hasta el fin y haya acabado por confesar es una prueba de la veracidad de sus declaraciones... Pero no comprendo cómo pude cometer tamaña equivocación. Estaba dispuesto a sostener en todos los terrenos la inocencia de esos hombres. Dime, por favor, ¿dónde te has enterado de todo eso y por qué te interesa tanto este asunto? preguntó Raskolnikof, visiblemente afectado. ¿Que por qué me interesa? ¡Vaya una pregunta! En cuanto Al origen de mis informes, ha sido Porfirio, y otros, pero Porfirio especialmente, el que me lo ha explicado todo. ¿Porfirio? Sí. Bueno, pero ¿qué te ha dicho? preguntó Raskolnikof perdiendo la calma. Me lo ha explicado todo con gran claridad, procediendo según su método psicológico. ¿Te ha explicado eso? ¿Él mismo te lo ha explicado? Sí, él mismo. Adiós. Tengo todavía algo que contarte, pero habrá de ser en otra ocasión, pues ahora tengo prisa. Hubo un momento en que creí... Bueno, ya te lo contaré en otro momento... Lo que quiero decirte es que ya no tengo necesidad de beber: tus palabras han bastado para emborracharme. Sí, Rodia, estoy embriagado, embriagado sin haber bebido... Bueno, adiós. Hasta pronto. Se marchó. « Es un conspirador político: estoy seguro, completamente seguro se dijo con absoluta convicción Rasumilchine mientras bajaba la escalera . Y ha complicado a su hermana en el asunto. Esta hipótesis es más que plausible, dado el carácter de Avdotia Romanovna. Los dos hermanos tienen entrevistas. Algunas de sus palabras, ciertas alusiones, me lo demuestran. Por otra parte, ésta es la única explicación que puede tener este embrollo. Y yo que creía... ¡Señor, lo que llegué a pensar...! Una verdadera aberración; me siento culpable ante él. Pero fue él mismo el que el otro día, en el pasillo, junto a la lámpara, me inspiró semejante insensatez... ¡Qué idea tan villana, tan burda, me asaltó! Mikolka ha hecho muy bien en confesar... Ahora todo lo ocurrido queda perfectamente explicado: la enfermedad de Rodia, su extraña conducta... Incluso en sus tiempos de estudiante se mostraba sombrío y huraño... Pero ¿qué significa esa carta? ¿Quién la envía? Hay todavía algo por aclarar... Ya lo averiguaré todo.» De pronto se acordó de lo que Rodia le había dicho de Dunetchka, y creyó que el corazón se le iba a paralizar. Entonces hizo un esfuerzo y echó a correr. Apenas se hubo marchado Rasumikhine, Raskolnikof se levantó y se acercó a la ventana. Después dio algunos pasos y tropezó con una pared. Luego tropezó con otra. Parecía haberse olvidado de las reducidas dimensiones de su habitación. Al fin se dejó caer en el diván. Daba la impresión de que se había operado en él un cambio profundo y completo. De nuevo podía luchar: tenía una posible salida. Sí, ahora podía tener una salida, un medio de poner fin a la espantosa situación que le asf