entristeció, se conmovió su espíritu y dijo: ¿Dónde lo pusisteis? Le
respondieron: Señor, ven y mira. Entonces Jesús lloró y dijeron los judíos: Ved
cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: El que abrió los ojos al ciego, ¿no
podía hacer que este hombre no muriera?...»
Raskolnikof se volvió hacia Sonia y la miró con emoción. Sí, era lo que él había
sospechado. La joven temblaba febrilmente, como él había previsto. Se
acercaba al momento del milagro y un sentimiento de triunfo se había
apoderado de ella. Su voz había cobrado una sonoridad metálica y una firmeza
nacida de aquella alegría y de aquella sensación de triunfo. Las líneas se
entremezclaban ante sus velados ojos, pero ella podía seguir leyendo porque
se dejaba llevar de su corazón. Al leer el último versículo « El que abrió los
ojos al ciego...» , Sonia bajó la voz para expresar con apasionado acento la
duda, la reprobación y los reproches de aquellos ciegos judíos que un
momento después iban a caer de rodillas, como fulminados por el rayo, y a
creer, mientras prorrumpían en sollozos... Y él, él que tampoco creía, él que
también estaba ciego, comprendería y creería igualmente... Y esto iba a
suceder muy pronto, en seguida... Así soñaba Sonia, y temblaba en la gozosa
espera.
« ... Jesús, lleno de una profunda tristeza, fue a la tumba. Era una cueva
tapada con una piedra. Jesús dijo: Levantad la piedra. Marta, la hermana del
difunto, le respondió: Señor, ya huele mal, pues hace cuatro días que está en
la tumba... »
Sonia pronunció con fuerza la palabra «cuatro».
«... Jesús le dijo entonces: ¿No te he dicho que si tienes fe verás la gloria de
Dios? Entonces quitaron la piedra de la cueva donde reposaba el muerto.
Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: Padre mío, te doy gracias por haberme
escuchado. Yo sabía que Tú me escuchas siempre y sólo he hablado para que
los que están a mi alrededor crean que eres Tú quien me ha enviado a la tierra.
Habiendo dicho estas palabras, clamó con voz sonora: ¡Lázaro, sal! Y el
muerto salió... Sonia leyó estas palabras con voz clara y triunfante, y temblaba
como si acabara de ver el milagro con sus propios ojos ...vendados los pies y
las manos con cintas mortuorias y el rostro envuelto en un sudario. Jesús dijo:
Desatadle y dejadle ir. Entonces, muchos de los judíos que habían ido a casa
de María y que habían visto el milagro de Jesús creyeron en él. »
Ya no pudo seguir leyendo. Cerró el libro y se levantó.
No hay nada más sobre la resurrección de Lázaro.
Dijo esto gravemente y en voz baja. Luego se separó de la mesa y se detuvo.
Permanecía inmóvil y no se atrevía a mirar a Raskolnikof. Seguía temblando
febrilmente. El cabo de la vela estaba a punto de consumirse en el torcido
candelero y expandía una luz mortecina por aquella mísera habitación donde
un asesino y una prostituta se habían unido para leer el Libro Eterno.
He venido a hablarle de un asunto dijo de súbito Raskolnikof con voz fuerte y
enérgica. Seguidamente, velado el semblante por una repentina tristeza, se
levantó y se acercó a Sonia. Ésta se volvió a mirarle y vio que su dura mirada
expresaba una feroz resolución. El joven añadió : Hoy he abandonado a mi
familia, a mi madre y a mi hermana. Ya no volveré al lado de ellas: la ruptura es
definitiva.
¿Por qué ha hecho eso? preguntó Sonia, estupefacta.
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