CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 219

y todo lo que hay aquí, es de ellos. Son muy buenos. Los niños vienen a verme con frecuencia. Son tartamudos, ¿verdad? Sí, pero no todos. El padre es tartamudo y, además, cojo. La madre... no es que tartamudee, pero tiene dificultad para hablar. Es muy buena. Él era esclavo. Tienen siete hijos. Sólo el mayor es tartamudo. Los demás tienen poca salud, pero no tartamudean... Ahora que caigo, ¿cómo se ha enterado usted de estas cosas? Su padre me lo contó todo... Por él supe lo que le ocurrió a usted... Me explicó que usted salió de casa a las seis y no volvió hasta las nueve, y que Catalina Ivanovna pasó la noche arrodillada junto a su lecho. Sonia se turbó. Me parece murmuró, vacilando que hoy lo he visto. ¿A quién? A mi padre. Yo iba por la calle y, al doblar una esquina cerca de aquí, lo he visto de pronto. Me pareció que venía hacia mí. Estoy segura de que era él. Yo me dirigía a casa de Catalina Ivanovna... No, usted iba... paseando. Sí murmuró Sonia con voz entrecortada. Y bajó los ojos llenos de turbación. Catalina Ivanovna llegó incluso a pegarle cuando usted vivía con sus padres, ¿verdad? ¡Oh no! ¿Quién se lo ha dicho? ¡No, no; de ningún modo! Y al decir esto Sonia miraba a Raskolnikof como sobrecogida de espanto. Ya veo que la quiere usted. ¡Claro que la quiero! exclamó Sonia con voz quejumbrosa y alzando de pronto las manos con un gesto de sufrimiento . Usted no la... ¡Ah, si usted supiera...! Es como una niña... Está trastornada por el dolor... Es inteligente y noble... y buena... Usted no sabe nada... nada... Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitación la dominaba. Gemía, se retorcía las manos. Sus pálidas mejillas se habían teñido de rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente que Raskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazón. Sonia experimentaba una ardiente necesidad de explicar ciertas cosas, de defender a su madrastra. De súbito, su semblante expresó una compasión «insaciable», por decirlo así. ¿Pegarme? Usted no sabe lo que dice. ¡Pegarme ella, Señor...! Pero, aunque me hubiera pegado, ¿qué? Usted no la conoce... ¡Es tan desgraciada! Está enferma... Sólo pide justicia... Es pura. Cree que la justicia debe reinar en la vida y la reclama... Ni por el martirio se lograría que hiciera nada injusto. No se da cuenta de que la justicia no puede imperar en el mundo y se irrita... Se irrita como un niño, exactamente como un niño, créame... Es una mujer justa, muy justa. ¿Y qué va a hacer usted ahora? Sonia le dirigió una mirada interrogante. Ahora ha de cargar usted con ellos. Verdad es que siempre ha sido así. Incluso su difunto padre le pedía a usted dinero para beber... Pero ¿qué van a hacer ahora? No lo sé respondió Sonia tristemente. ¿Seguirán viviendo en la misma casa? No lo sé. Deben a la patrona y creo que ésta ha dicho hoy que va a echarlos a la calle. Y Catalina Ivanovna dice que no permanecerá allí ni un día más.   218