nuestros ríos, que siguen proporcionándonos una renta. Pero no quiero
reanudar mis antiguas relaciones; hace ya tiempo que estas amistades no me
seducen. Ya hace tres días que voy vagando por aquí, y todavía no he visitado
a nadie... Además, ¡esta ciudad...! ¿Ha observado usted cómo está edificada?
Es una población de funcionarios y seminaristas. Verdaderamente, hay muchas
cosas en que yo no me fijaba hace ocho años, cuando no hacía otra cosa que
holgazanear e ir por esos círculos, por esos clubes, como el Dussaud. No
volveré a visitar ninguno continuó, fingiendo no darse cuenta de la muda
interrogación del joven . ¿Qué placer se puede experimentar en hacer
fullerías?
¡Ah!¿Hacía usted trampas en el juego?
Sí. Éramos un grupo de personas distinguidas que matábamos así el tiempo.
Pertenecíamos a la mejor sociedad. Había entre nosotros poetas y capitalistas.
¿Ha observado usted que aquí, en Rusia, abundan los fulleros entre las
personas de buen tono? Yo vivo ahora en el campo, pero estuve encarcelado
por deudas. El acreedor era un griego de Nejin. Entonces conocí a Marfa
Petrovna. Entró en tratos con mi acreedor, regateó, me liberó de mi deuda
mediante la entrega de treinta mil rublos (yo sólo debía setenta mil), nos
unimos en legítimo matrimonio y se me llevó al punto a sus propiedades, donde
me guardó como un tesoro. Ella tenía cinco años más que yo y me adoraba. En
siete años, yo no me moví de allí. Por cierto, que Marfa Petrovna conservó toda
su vida el cheque que yo había firmado al griego con nombre falso, de modo
que si yo hubiera intentado sacudirme el yugo, ella me habría hecho
enchiquerar. Si, no le quepa duda de que lo habría hecho. Las mujeres tienen
estas contradicciones.
De no existir ese pagaré, ¿la habría plantado usted?
No sé qué decirle. Desde luego, ese documento no me preocupaba lo más
mínimo. Yo no sentía deseos de ir a ninguna parte, y la misma Marfa Petrovna,
viendo cómo me aburría, me propuso en dos ocasiones que hiciera un viaje al
extranjero. Pero yo habia ya salido anteriormente de Rusia y el viaje me había
disgustado profundamente. Uno contempla un amanecer aquí o allá, o la bahía
de Nápoles, o el mar, y se siente dominado por una profunda tristeza. Y lo peor
es que uno experimenta una verdadera nostalgia. No, se está mejor en casa.
Aquí, al menos, podemos acusar a los demás de todos los males y justificarnos
a nuestros propios ojos. Tal vez me vaya al Polo Norte con una expedición,
pues j'ai le vin mauvais y no quiero beber. Pero es que no puedo hacer ninguna
otra cosa. Ya lo he intentado, pero nada. ¿Ha oído usted decir que Berg va a
intentar el domingo una ascensión en globo en el parque Iusupof y que admite
pasajeros?
¿Pretende usted subir al globo?
¿Yo? No, no... Lo he dicho por decir -murmuró Svidrigailof, pensativo.
«¿Será sincero?, pensó Raskolnikof.
No, el pagaré no me preocupó en ningún momento dijo Svidrigailof, volviendo
al tema interrumpido . Permanecía en el campo muy a gusto. Por otra parte,
pronto hará un año que Marfa Petrovna, con motivo de mi cumpleaños, me
entregó el documento, como regalo, añadiendo a él una importante cantidad...
Pues era rica. «Ya ves cuánta es mi confianza en ti, Arcadio Ivanovitch», me
dijo. Sí, le aseguro que me lo dijo así. ¿No lo cree? Yo cumplía a la perfección
mis deberes de propietario rural. Se me conocía en toda la comarca. Hacía que
196