CRIMEN Y CASTIGO crimen y castigo | Page 176

intención? ¿Y por qué lo hiciste a escondidas? Confiesa que no podías estar en tu juicio. Ahora que ha pasado el peligro, puedo hablarte francamente. Me fastidiaron insoportablemente dijo Raskolnikof, dirigiéndose a Porfirio con una sonrisa burlona, insolente, retadora . Huí para ir a alquilar una habitación donde no pudieran encontrarme. Y llevaba en el bolsillo una buena cantidad de dinero. El señor Zamiotof lo sabe porque lo vio. Por lo tanto, señor Zamiotof, le ruego que resuelva usted nuestra disputa. Diga: ¿estaba delirando o conservaba mi sano juicio? De buena gana habría estrangulado a Zamiotof, tanto le irritaron su silencio y sus miradas equívocas. Me pareció dijo al fin Zamiotof secamente que hablaba usted como un hombre razonable; es más, como un hombre... prudente; sí, prudente. Pero también parecía usted algo exasperado. Y hoy intervino Porfirio Petrovitch Nikodim Fomitch me ha contado que le vio ayer, a hora muy avanzada, en casa de un funcionario que acababa de ser atropellado por un coche. ¡Ahí tenemos otra prueba! exclamó al punto Rasumikhine . ¿No es cierto que te condujiste como un loco en casa de ese desgraciado? Entregaste todo el dinero a la viuda para el entierro. Bien que la socorrieras, que le dieses quince, hasta veinte rublos, con lo que te habrían quedado cinco para ti; pero no todo lo que tenías... A lo mejor, es que me he encontrado un tesoro. Esto justificaría mi generosidad. Ahí tienes al señor Zamiotof, que cree que, en efecto, me lo he encontrado... Y añadió, dirigiéndose a Porfirio Petrovitch, con los labios temblorosos: Perdone que le hayamos molestado durante media hora con una charla tan inútil. Está usted abrumado, ¿verdad? ¡Qué disparate! Todo lo contrario. Usted no sabe hasta qué extremo me interesa su compañía. Me encanta verle y oírle... Celebro de veras, puede usted creerme, que al fin se haya decidido a venir. Danos un poco de té dijo Rasumikhine . Tengo la garganta seca. Buena idea. Tal vez a estos señores les venga el té tan bien como a ti... ¿No quieres nada sólido antes? ¡Hala! No te entretengas. Porfirio Petrovitch fue a encargar el té. La mente de Raskolnikof era un hervidero de ideas. El joven estaba furioso. «Lo más importante es que ni disimulan ni se andan con rodeos. ¿Por qué, sin conocerme, has hablado de mí con Nikodim Fomitch, Porfirio Petrovitch? Esto demuestra que no ocultan que me siguen la pista como una jauría de sabuesos. Me están escupiendo en plena cara.» Y al pensar esto, temblaba de cólera. «Pero llevad cuidado y no pretendáis jugar conmigo como el gato con el ratón. Esto no es noble, Porfirio Petrovitch, y yo no lo puedo permitir. Si seguís así, me levantaré y os arrojaré a la cara toda la verdad. Entonces veréis hasta qué punto os desprecio.» Respiraba penosamente. «¿Pero y si me equivoco y todo esto no son más que figuraciones mías? Podría ser todo un espejismo, podría haber interpretado mal las cosas a causa de mi ignorancia. ¿Es que no voy a ser capaz de mantener mi bajo papel? Tal vez no tienen ninguna intención oculta... Las cosas que dicen son   175