qué punto se trata, Dmitri Prokofitch, y me dará su sincera opinión. Usted
conoce mejor que nosotros el carácter de Rodia y podrá aconsejarnos. Le
advierto que Dunetchka tomó una decisión inmediatamente, pero yo no sé
todavía qué hacer. Por eso le estaba esperando.
Rasumikhine desdobló la carta. Vio que estaba fechada el día anterior y leyó lo
siguiente:
«Señora: deseo informarle de que razones imprevistas me han impedido ir a
recibirlas a la estación. Ésta es la razón de que les enviara en mi lugar a un
hombre que por su desenvoltura, me pareció indicado para el caso. Los
asuntos que exigen mi presencia en el Senado me privarán igualmente del
honor de visitarlas mañana por la mañana. Por otra parte, no quiero poner
ninguna traba a la entrevista que habrán de celebrar, usted con su hijo, y
Avdotia Romanovna con su hermano. Por lo tanto, no tendré el honor de
visitarlas hasta mañana, a las ocho en punto de la noche, y les ruego
encarecidamente que me eviten encontrarme con Rodion Romanovitch, que
me insultó del modo más grosero cuando ayer, al saber que estaba enfermo,
fui a visitarle. Esto aparte, es indispensable que hable con usted, con toda
seriedad, de cierto punto sobre el que deseo conocer su opinión. Me permito
advertirla de que si, a pesar de mi ruego, encuentro a Rodion Romanovitch al
lado de ustedes, me veré obligado a marcharme inmediatamente y que en este
caso la responsabilidad será exclusivamente de usted. Si le digo esto es
porque sé positivamente que Rodion Romanovitch está en disposición de salir
a la calle y, por lo tanto, puede ir a casa de ustedes. Sí, sé que su hijo, que tan
enfermo parecía cuando le visité, dos horas después recobró repentinamente
la salud. Y puedo asegurarlo porque lo vi con mis propios ojos en casa de un
borracho que acababa de ser atropellado por un coche y que murió poco
después. Por cierto que Rodion Romanovitch entregó veinticinco rublos "para
el entierro" a la hija del difunto, joven cuya mala conducta es del dominio
público. Esto me sorprendió sobremanera, pues no ignoro lo mucho que le ha
costado a usted conseguir ese dinero.
»Le ruego que salude en mi nombre, con toda devoción, a Avdotia Romanovna
y que acepte el respeto más sincero de su fiel servidor.
»LUJINE.»
¿Qué debo hacer, Dmitri Prokofitch? exclamó Pulqueria Alejandrovna casi con
lágrimas en los ojos ¿Cómo voy a decir a Rodia que no venga? Él nos pidió
insistentemente que rompiéramos con Piotr Petrovitch, y he aquí ahora que
Piotr Petrovitch me prohíbe que vea a mi hijo... Pero si yo le digo a Rodia esto,
él es capaz de venir ex profeso. ¿Y qué ocurrirá entonces?
Haga usted lo que Avdotia Romanovna juzgue más conveniente repuso
Rasumikhine en el acto y sin la menor vacilación.
¡Dios mío! exclamó la madre. ¡Cualquiera sabe lo que ella opina! Dice lo que
hay que hacer, pero sin explicar el motivo. Su parecer es que conviene..., no
que conviene, sino que es indispensable... que Rodia venga a las ocho y se
encuentre con Piotr Petrovitch... Mi intención era no decirle nada de esta carta
y procurar, con la ayuda de usted, evitar que viniese... ¡Se irrita tan
fácilmente...! En lo referente a ese alcohólico que ha muerto, no sé de quién se
trata, y tampoco quién es esa hija a la que Rodia ha entregado un dinero que...
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