con alegría infantil. Era evidente que cumplía encantada la comisión que le
habían encomendado.
Escuche: ¿cómo se llama usted...? ¡Ah!, ¿y dónde vive?
preguntó
precipitadamente, con voz entrecortada.
Él apoyó sus manos en los hombros de la niña y la miró con una expresión de
felicidad. Ni él mismo sabía por qué se sentía tan profundamente complacido al
contemplar a Polenka así.
¿Quién te ha enviado?
Mi hermana Sonia respondió la niña, sonriendo más alegremente aún que
antes.
Lo sabía, estaba seguro de que te había mandado Sonia.
Y mamá también. Cuando mi hermana me estaba dando el recado, mamá se
ha acercado y me ha dicho: «¡Corre, Polenka!
¿Quieres mucho a Sonia?
La quiero más que a nadie repuso la niña con gran firmeza. Y su sonrisa
cobró cierta gravedad.
¿Y a mí? ¿Me querrás?
La niña, en vez de contestarle, acercó a él su carita, contrayendo y
adelantando los labios para darle un beso. De súbito, aquellos bracitos
delgados como cerillas rodearon el cuello de Raskolnikof fuertemente, muy
fuertemente, y Polenka, apoyando su infantil cabecita en el hombro del joven,
rompió a llorar, apretándose cada vez más contra él.
¡Pobre papá! exclamó poco después, alzando su rostro bañado en lágrimas,
que secaba con sus manos . No se ven más que desgracias añadió
inesperadamente, con ese aire especialmente grave que adoptan los niños
cuando quieren hablar como las personas mayores.
¿Os quería vuestro padre?
A la que más quería era a Lidotchka dijo Polenka con la misma gravedad y ya
sin sonreír , porque es la más pequeña y está siempre enferma. A ella le traía
regalos y a nosotras nos enseñaba a leer, y también la gramática y el
catecismo añadió con cierta arrogancia . Mamá no decía nada, pero nosotros
sabíamos que esto le gustaba, y papá también lo sabía; y ahora mamá quiere
que aprenda francés, porque dice que ya tengo edad para empezar a estudiar.
¿Y las oraciones? ¿Las sabéis?
¡Claro! Hace ya mucho tiempo. Yo, como soy ya mayor, rezo bajito y sola, y
Kolia y Lidotchka rezan en voz alta con mamá. Primero dicen la oración a la
Virgen, después otra: «Señor, perdona a nuestro otro papá y bendícelo.»
Porque nuestro primer papá se murió, y éste era el segundo, y nosotros
rezábamos también por el primero.
Poletchka, yo me llamo Rodion. Nómbrame también alguna vez en tus
oraciones... «Y también a tu siervo Rodion...» Basta con esto.
Toda mi vida rezaré por usted respondió calurosamente la niña.
Y de pronto se echó a reír, se arrojó sobre Raskolnikof y otra vez le rodeó el
cuello con los brazos.
Raskolnikof le dio su nombre y su dirección y le prometió volver al día
siguiente. La niña se separó de él entusiasmada. Ya eran más de las diez
cuando el joven salió de la casa. Cinco minutos después se hallaba en el
puente, en el lugar desde donde la mujer se había arrojado al agua.
«¡Basta! se dijo en tono solemne y enérgico . ¡Atrás los espejismos, los vanos
terrores, los espectros...! La vida está conmigo... ¿Acaso no la he sentido hace
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