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ACTUALIDAD DROGA DE DISEÑO EL NARCO MENOS ESPERADO Lejos de la imagen tradicional del narcotráficante, con cadenas de oro y autos de alta gama, hoy existen cada vez más jóvenes de clase media/alta que venden pasti- llas en su círculo íntimo. Una salida laboral ingenua y peligrosa. Cuando se habla de narcotraficantes, en el imaginario popu- lar, pensamos en señores panzones con la camisa abierta, ca- denas gruesas, anillos de oro en una mano y un habano, en la otra. Que bajan con sonrisa socarrona de un auto de alta gama y usan pistolas tuneadas en la cintura. Sin embargo, en tiempos digitales, la figura del narco tradicio- nal de los ‘90 está pasada de moda. De forma silenciosa y con el avance de las nuevas tecnologías, surgieron otras formas de narcotráfico, quizás menos hollywoodenses, pero más cercanas a la gente de a pie como vos. Jóvenes de clase media y alta venden drogas de diseño como si fueran caramelos. No hacen falta bunkers ni mulas para comercializarlas. Con un solo click te las envían camufladas desde cualquier parte del mundo, por ejemplo, en tarjetas de navidad. Difícil controlarlas porque no son más que 60 pastillas. Este nuevo “narcomenudeo” hormiga se basa en las relacio- nes interpersonales. El amigo que vende en su grupo de amigos por whatsapp: tienen códigos, ponen palabras claves y, de vez en cuando, piden que se borren los mensajes. Los jóvenes no se sienten narcotraficantes sino que, contado con ingenuidad por ellos mismos en una investigación que edité en NOTICIAS, encuentran en esta actividad casera -que creen de bajo riesgo- una forma de conseguir dinero rápido. Para comprar algunas pastillas, algunos pibes acuden a un naif método de ahorro escolar: dejar de comer, por varias semanas, el sandwich de la merienda. Y así juntan plata para contactar por Facebook a su primer proveedor. Las drogas de diseño, quizás erróneamente, son considera- das como drogas de consumo social, no tan adictivas como la cocaína, por ejemplo. Pero están lejos de ser inocuas, aunque los jóvenes crean que pueden manejar sus efectos consultando en foros especializados por internet. Los especialistas señalan que el mayor riesgo es no saber qué contienen. También que tienen efectos secundarios. El éxtasis, la más utilizada, puede producir un aumento de la presión, de la temperatura corporal e insuficiencia renal. En Time Warp, en el 2016, murieron cinco chicos por tomar estas pastillitas de colores. Antes, eran privativas de las fiestas electrónicas para resistir horas bailando y estar a tono con la locura psicodélica. Pero hoy se venden en las esquinas de los colegios a alumnos de 14 años, según alertan las estadísticas del SEDRONAR. Y es un compañero apenas más grande el que lo hace. Lo más preocupante es la naturalización de este pase de ma- nos, tanto del que compra como del que vende. Que esto sea una suerte de salida laboral para chicos a los que no les falta nada, pero que quieren “hacerse unos mangos extras” para sa- lir a bailar. El narcotráfico fue mutando y, a través de pastillitas con dibujos infantiles, se meten con niños que las consumen como chicles. Y lo peor: creen que es divertido.<< MARÍA FERNANDA VILLOSIO . Periodista. Editora de Información General de Revista Noticias [email protected]