-Tu gente ya no quiere los sueños para cultivarlos, los quiere para coleccionar. Eso es lo que son, todos son cazadores, y se supone que tendrían que ser también jardineros, o lo que les tocara ser por su sueño,
para hacerlo crecer, pero no; en vez de eso, son coleccionistas, ¡qué
dilema, cazadores y coleccionistas! …sólo eso. No tengo inconveniente con los que coleccionan fotos, o estampillas, o pelusas, eso no
es de mi incumbencia, pero coleccionar sueños es como encarcelarlos,
¡es llevarlos directo a su muerte! Después de que los cazan, los llevan
a la repisa junto con todos los demás sueños y los dejan morir ahí, por
eso el mundo se está volviendo más gris; cada vez que un sueño
muere, el mundo pierde un poco de color. No por el sueño en sí, sino
porque cuando muere, deja un vacío irreparable en el corazón de su
jardinero fracasado, del soñador, ¿me entiendes? Podrían liberar sus
sueños, no todos claro, pero algunos… así podrían ocuparse de unos
cuantos y hacerse buenos jardineros de esos pocos. La gente no entiende que sólo así podría crecer algo, prefieren tener por montones y
acumularlos, dejarlos podrir en la repisa de su casa, junto a los otros.
Están viendo que sus sueños se mueren y se niegan a liberarlos, ¡se
niegan! Se pudren ellos y sus sueños y no se dan cuenta, se mueren,
¡se apagan! …poco a poco, junto a sus sueños, pero se siguen negando… Es increíble el afán de poseer que tiene el ser humano.- concluyó, y le clavó los ojos verdes a los ojos turquesa de él.
Facundo empezó a sentirse perplejo. Las palabras de aquel desconocido al que odiaba por naturaleza, tenían un sentido extraordinario, y
debería de odiar que lo tuvieran, pero no lo odiaba, no podía hacerlo.
-Pero… la gente necesita sueños.- dijo tímidamente, como quien da la
última patada antes de ahogarse.
-También necesitan gallinas, ¡pero no tantas! ¿Sabes cuántas gallinas