Corozyie 0.06 | 页面 4

—¡Alegrías! ¡Alegrías! Profanaba un hombre desde el centro de la solitaria explanada. Corrí hacia donde se encontraba pero ese día era especialmente soleado y el reflejo del concreto me cegaba por completo, así que me guié por el sonido de su voz; al llegar le pedí dos alegrías —y vaya que las necesitaba con urgencia—. —Una por cinco y dos por diez, vienen con harta pasita y piloncillo, como las originales, le van a gustar y hasta va a regresar por más. Decepcionado me di la vuelta y regresé por donde venía: las alegrías no se compran ni se venden, si acaso se regalan. 2