Con desilusión de parte de su padre, que pierde un
doctor en algo, entra en 1933 a la Escuela de Bellas Artes
y allí también choca con los moldes y las tradiciones
pero pronto es el alumno más destacado y al mismo
tiempo el mejor maestro. Sus cuadros impactan a todos
cuantos los ven.
Su primer encuentro con la crueldad de la vida, el azote
de la violencia y la injusticia de los asesinatos, que le
llena de ira y rebeldía el corazón, se plasma en el cuadro
que titula “Los Niños Muertos” que recoge la brutal
escena de un grupo de cadáveres amontonados en
una calle de Quito, entre los que consta un chico de su
barrio, su mejor amigo, de apellido Manjarrés, asesinado
por una bala perdida.
Desde entonces asume una posición, frente a las
crueldades e injusticias de una sociedad que discrimina
a los pobres, a los indios, a los negros, a los débiles.
Su nombre y ascendencia indígena, las limitaciones de
su infancia, el asesinato de su amigo, la crisis agobiante
de los años 30, la Revolución Mexicana, la Guerra Civil
española, y todo lo que va sucediendo en el mundo le
hacen ver y sentir una realidad que se agudiza con el
paso del tiempo y frente a la cuál asume una actitud
ideológica que se refleja en su concepción plástica y su
actitud política.
En 1940, a sus 21 años, se gradúa de pintor y escultor
en la Escuela de Bellas Artes y en 1942 gana sus dos
primeros premios, uno, en el Salón Mariano Aguilera.
Y el segundo, en 1956, su cuadro “El Ataúd Blanco”
gana el Gran Premio de Pintura de la III Bienal Hispano-
Americana de Arte.
En 1957 gana también el Primer Premio de la Bienal
de Sao Paulo, y a estos se unirían en el futuro, otros
premios de reconocimiento internacional.
A su primera exposición asiste Nelson Rockefeller, en
ese entonces encargado de Asuntos Interamericanos del
Departamento de Estado de los Estados Unidos. Queda
impresionado con el trabajo de Guayasamín, le compra
5 cuadros y poco después gestiona una invitación para
que el pintor visite y exponga en Estados Unidos por 7
meses, tiempo que Guayasamín aprovecha para visitar
todos los museos posibles en el país anglosajón y
conocer el trabajo de artistas de nivel mundial como El
Greco, Goya, Velásquez, Picasso, Renault, Orozco, etc.
Con el dinero ahorrado durante ese tiempo en Estados
Unidos, Oswaldo viaja a México con el objetivo de
conocer a Orozco a quien admiraba profundamente,
durante su visita conoce también a Diego Rivera y de
ambos aprende la técnica de pintar al fresco. En ese
viaje entabla amistad con el poeta chileno Pablo Neruda.
En 1945 emprende un viaje desde México hasta la
Patagonia, recorriendo de pueblo en pueblo y de ciudad
en ciudad, haciendo apuntes y dibujos para la que
será su primera serie de 103 cuadros, denominada
“HUACAYÑAN”, que en quechua (una de las lenguas
aborígenes de Ecuador), significa “El Camino del Llanto”.
Esta serie es una visión de los pueblos mestizos, indios
y negros, con sus culturas y expresiones de alegría,
tristeza, tradición, identidad y religión; sobre todo de los
países andinos.
Aunque nunca se afilia a partido político alguno, siempre
milita en las causas de solidaridad con los pueblos
oprimidos, en la lucha por la integración latinoamericana,
contra las dictaduras, contra los abusos y agresiones de
los países poderosos e imperialistas; por la Paz.
En 1961 empieza su segunda serie, “La Edad de la Ira”,
con la cual quería mostrar los lugares y hechos que se
convirtieron en mataderos de la humanidad durante el
siglo XX, como fueron los campos de concentración
nazis, la guerra civil española, las dictaduras en América
Latina, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las
invación a Playa Girón en Cuba, entre otros. Esta serie,
decía, - quedará inevitablemente inconclusa, puesto
que es parte de un proceso histórico todavía en marcha.
En 1976 crea junto con sus hijos la Fundación
Guayasamín, y a través de ella dona al Ecuador todo su
patrimonio artístico, con el que organiza tres museos:
Arte Precolombino (más de 2.000 piezas), Arte Colonial
(más de 500 piezas) y Arte Contemporáneo (con más
de 250 obras). En este último se exhiben los cuadros
pertenecientes a la Edad de la Ira, la cual fue donada en
su totalidad para evitar que se dividiera, como pasó con
Huacayñán.
A partir de los años 80 empieza una nueva serie:
Mientras Viva Siempre te Recuerdo, también conocida
como la Edad de la Ternura o simplemente La Ternura,
en homenaje a su madre, la cual da un giro esencial a los
trabajos de Guayasamín. Es una declaración de amor a
su madre, quien lo apoyó desde el principio a ser pintor,
un “homenaje a la mujer de la Tierra, una defensa de la
vida, la defensa de los Derechos Humanos”.
Realizó exposiciones monumentales -más de 200
individuales- en los museos más importantes de Francia,
España, Italia, la ex-URSS, Polonia, Checoslovaquia,
Bulgaria, México, Cuba, Colombia, Venezuela, Perú,
Chile, Argentina, etc. Pintó a grandes personajes
contemporáneos,
escritores,
artistas,
políticos,
estadistas. Entre ellos se destacan Juan Ramón
Jiménez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Gabriela Mistral,
Fidel Castro, Benjamín Carrión, Gabriel García Márquez,
Ernesto Cardenal, Danielle y Françoise Mitterrand, el Rey
Juan Carlos de España, la Princesa Carolina de Mónaco
y muchos otros como para llenar un libro. Este libro, en
efecto, existe.
Los críticos y coleccionistas, los personajes mundiales,
consideran que la fecunda y personalísima obra
de Guayasamín -cuya identidad es universal e
inconfundible- trascenderá porque en ella está reflejada,
con ira y con ternura, la imagen de «EL TIEMPO QUE ME
HA TOCADO VIVIR», como decía el propio Guayasamín
en un libro editado por el Instituto de Cooperación
Iberoamericano de España.
A partir de 1996 inicia en Quito su obra más importante,
el espacio arquitectónico denominado “La Capilla
del Hombre” como un homenaje al ser humano,
especialmente al pueblo latinoamericano con su
sufrimiento, luchas y logros, pasando por el mundo
precolombino, la conquista, la colonia y el mestizaje.
Oswaldo Guayasamín fallece el 10 de marzo de 1999,
aún sin ver finalizada su obra máxima, La Capilla del
Hombre, cuya primera fase se inauguró en el 2002. Este
proyecto fue declarado por la UNESCO como “prioritario
para la Cultura” y fue ejecutada con aportes de entidades
de Ecuador, Chile, Bolivia, Venezuela y con la solidaridad
de artistas -cantantes y pintores- de Hispanoamérica
con la donación de obras y la realización de festivales
musicales.
Sus cenizas descansan bajo el denominado “Árbol
de la Vida”, un árbol de pino plantado por el mismo
Guayasamín en la casa en que vivió sus últimos 20
años, dentro de una vasija de barro.
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