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de etapas. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la teoría del desarrollo cognitivo de Jean Piaget. Esto, por supuesto, tiene implicaciones para la psicología infantil. El desarrollo de las capacidades cognitivas (como la inteligencia, la memoria, etc.) se desarrollan más o menos al mismo ritmo que los cambios más observables a medida que una persona crece. Esto significa, entre otras cosas, que no es raro que en los primeros diez o doce años de la vida de un niño o niña su personalidad, gustos o costumbres parezcan cambiar radicalmente en algunos aspectos. 2. El momento de mayor plasticidad Muchos estudios sugieren que la niñez es la etapa vital en el que el cerebro es más propenso a cambiar con los estímulos externos más insignificantes. Esto significa que ciertos aprendizajes pueden ser realizados de manera más sencilla en los primeros meses o años de vida, pero también es posible que ciertos fenómenos relacionados con el contexto afecten negativamente tanto al desarrollo cognitivo de los pequeños como a su estabilidad emocional. 3. Tendencia hacia el egocentrismo Una de las principales conclusiones a las que se ha llegado tanto desde la psicología infantil como desde las neurociencias es que todos los niños y niñas tienen una clara tendencia hacia un estilo de pensamiento egocéntrico. Esto no significa que su moralidad se haya desarrollado para hacer que sus necesi dades y objetivos estén por encima de los de los demás, sino que directamente su cerebro no está preparado para procesar información relativa a la sociedad o el bien común. Esta capacidad aparecerá con la mielinización de ciertos circuitos neuronales que conectan el lóbulo frontal con otras estructuras. 4. Hay muchos motivos para no usar el castigo físico Más allá del dilema ético de si aplicar el castigo físico con niños o niñas, cada vez hay más investigaciones que refuerzan la hipótesis de que esta opción tiene efectos negativos que deberían evitarse. Para saber más, puedes ver el artículo Las 8 razones para no usar el castigo físico hacia los hijos. 5. No todo el aprendizaje es literal Aunque los más pequeños no tengan la capacidad para captar las sutilezas del lenguaje de manera correcta, solo una parte muy pequeña de lo que aprenden tiene que ver con afirmaciones claras y sentencias firmes acerca de la realidad (normalmente provenientes de los padres y madres o el personal docente). Incluso a edades tan cortas, los actos enseñan más que las palabras. 6. Los niños y las niñas actúan siguiendo una finalidad La psicología infantil nos enseña que, aunque su comportamiento nos pueda parecer caótico e impulsivo, hay siempre una lógica que guía los actos de los más jóvenes. Del mismo modo, ellos pueden tener problemas para adaptarse a ciertos contextos si no llegan a entender por qué deben respetarse ciertas normas. El encaje adecuado entre nuestras visiones de la realidad pasa por una buena comunicación con los hijos e hijas, adaptando el discurso a su capacidad para entender conceptos más o menos abstractos. 7. Más no siempre es mejor Aunque parezca contraintuitivo, tratar que los niños aprendan todo lo que puedan en el menor tiempo posible no es algo recomendable. El desarrollo de su cerebro está dictado por unos tiempos que no tienen por qué ir a la par con la curva de dificultad de las lecciones que se les intenta enseñar. Esto significa, por ejemplo, que a ciertas edades no es adecuado que se les de lecciones que impliquen dividir o multiplicar, aunque hayan aprendido los pasos previos que a una persona adulta le posibilitaría aprender estas materias. 21