Comunion Revista Comunion nº 05 - 2012 | Page 9

percibimos que más allá de todo siempre está Dios. Leer la realidad al margen de Dios nos deja encerradas en las cavilaciones de la mente; perdemos la perspectiva trascendente y quedamos prisioneras en nuestro aislamiento: el miedo nos bloquea y todo lo vemos mal. Pero nuestra Consagración no tiene otra lógica que la fe en el Dios que nos habita, y el Amor encarnado en Jesús, que se prolonga en quienes le dejan crecer en su interior. Dios está aquí y actúa sin cesar, entre nosotras, y más allá de nosotras.

Mariana también nos invita a apartar de nuestra mente y corazón el orgullo, que nos hace creer que todo lo importante lo hemos hecho nosotras. La que es humilde, en cambio, sabe que Dios es el verdadero hacedor de los prodigios que nos rodean. A veces medimos los frutos salvadores por el éxito humano; cuando Mariana nos recuerda que la persecución va unida a la vida auténtica, nos está hablando de dificultades inherentes al seguimiento. Es verdad que el Señor nos ha llamado a una vida plena, feliz, donde el gozo y la paz son el distintivo y señal más clara de estar en el camino. Pero no es un camino fácil; la vida fácil y cómoda con frecuencia nos hace superficiales; en cambio las dificultades y luchas proporcionan experiencia, profundidad y apertura a Dios, y favorecen el desarrollo de las capacidades y dones recibidos.

Mariana nos enseña también a ser agradecidas. El agradecimiento da densidad y hondura a nuestra vida, pues nos ayuda a tomar conciencia de los dones que recibimos y a ponerlos al servicio de

los demás: se trata de ser conscientes de la generosidad de quien tanto nos regala. Presencia de Dios, humildad y agradecimiento son los sentimientos que afloran en mí cuando medito sobre el aniversario de la fundación en nuestro presente.

Y así siento también ante el reciente fallecimiento de nuestra hermana Ana María Menocal, de la que personalmente guardo recuerdos intensos. Le he admirado ya desde novicia, viendo en ella un ejemplo de entrega incondicional, y desmesura a favor de los pobres y necesitados. Y en sus últimos años ha despertado en mí profunda ternura y compasión cuando la veía vagar desorientada e impotente porque no se hallaba sin jóvenes a quienes ayudar. Y si lo primero me edificó a nivel humano, lo segundo me traslaba al Misterio insondable de Dios. Él desborda todas nuestras conjeturas; está siempre con nosotras y nos conduce al sublime destino para el que nos ha elegido, aunque sea por cominos imprevisibles.

De todo esto nos habla con frecuencia nuestro querido padre Méndez, y nos invita a amar lo que somos, y a comunicarlo fuera de nosotras, que sará la mejor manera de extender el don recibido: “Agradecida a Dios de semilla de su vacación trinitaria, procure que se extienda, que sus palabras sean granitos de semilla que cayendo en otros corazones, engendre en ellos esa misma vocación (Cartas familiares, 71). Es sin duda el mejor regalo que podemos hacernos.

Un entrañable abrazo de hermana.

Felicia Fernández

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