Comunion Revista Comunion nº 05 - 2012 | Page 12

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Me llamo Sergio Pereira y vengo de Barranquilla (Caribe Colombiano). Pertenezco a una familia numerosa, que comprende no solo a los parientes cercanos sino desde sobrinos hasta tío-abuelos; he tenido la suerte de conocer incluso a mi tatarabuela que murió de 115 años. Tengo un hermano y dos hermanas, todos casados y con hijos. Tengo 29 años, 7 de los cuales he vivido en la Orden Trinitaria.

...El Personaje

Fray Sergio Pereira

Si me permiten anotar algo más sobre mi familia, les digo que los amo inmensamente y que ellos me han enseñado el valor de pertenecer a un grupo social, a respetar los valores humanos, a defender a mi patria y amar mi cultura sin denigrar de otras. Sin embargo en la vida de Iglesia, puedo decir que la gran mayoría son “católicos” de cada, es decir, de cada misa e’muerto o matrimonio. Por lo que confieso que solo a los 16 años tuve mi primera experiencia de Iglesia y eso porque conocí a una chica que me dijo que si quería ser su novio debía ser católico o de lo contrario me mandaba a freir espárragos. Ella valía la pena de verdad y a Dios, por medio de ella, agradezco que haya dado mi primer paso a esta realidad donde comprendí que Dios me esperaba desde siempre.

De una manera un poco extraña conocí a los trinitarios. Estando en una comunidad de jóvenes de la renovación carismática católica, fr. Baudilio Montoya fue invitado para dar una charla vocacional en diciembre del año 2002, yo no sabía de comunidades religiosas, para mi todos los sacerdotes eran iguales, así que todo lo que Baudilio decía, para mi era nuevo y me llamó mucho la atención, especialmente cuando habló del estilo de vida de los trinitarios, eso si que sonaba diferente. Al final de la charla, dejó unas fichas para anotar los nombres y telefonos de aquellos que estuviesen interesados en saber un poco más sobre los trinitarios. No muy convencido dejé el mío, pensando en que no iban a llamar. Pasaron los meses y efectivamente no llamaron.

Un día llegó por correo una carta de invitación para vivir una experiencia vocacional en Bogotá. No estaba seguro, pero tenía ganas de ir para ver de que se trataba eso. Estando allí, el testimonio de sencillez y fraternidad que se vivía en la casa me impactó mucho. Aquella inquietud que había nacido a partir de mis dudas se fueron acrecentando de tal modo que estuve dispuesto a dejarlo todo, para entrar inmediatamente a la comunidad, pero no había prisas, tenía mucho que reflexionar para dar ese paso tan grande.

Debido a la distancia entre Barranquilla y Bogotá (cerca de 1000 Km.), antes de ingresar a la comunidad, visitaba dos veces al año la casa de Bogotá con motivo de las convivencias vocacionales, en ellas fui conociendo a quienes en un futuro se convertirían en mis hermanos, de los cuales aún se encuetran Fernando y Aquileo.

Antes de entrar a la Orden, tenía que tomar desiciones importantes: ¿Qué le diré a mi familia? ¿Cómo lo tomará mi novia? ¿Qué dirán mis amigos? No fue fácil, mi familia no se lo creía, especialmente mi madre quien esperaba otra cosa de mi, soporté palabras duras, desprecio de algunos amigos e incluso humillaciones, pero yo ya estaba resuelto. Para mi sorpresa la persona que más me ayudó a dar el paso, fue precisamente mi novia, de quien menos lo esperaba; ella me dijo: “Si hubiese sido por otra mujer estaría dispuesta a luchar, pero te has metido con alquien que me supera”.

Ingresé al postulandado en Bogotá el 18 de enero de 2005, las infinidades de experiencias vividas en él me animaron a continuar adelante, descubrí un rostro de Dios que no conocía, el rostro del hermano, del otro, diferente a ti pero contigo y unidos en un mismo ideal.

Heme aquí, han pasado 7 años. Los recuerdos vienen y van, quisiera compartirles tantas cosas, pero de seguro los aburriría. Solo quiero decirles como se dice en mi tierra AMO ESTA VAINA, amo lo que hago y vivo en mi Orden, cada día me enamoro más de mi Dios y disfruto de mis hermanos e intento que mis hermanos disfruten de mi. Estoy convencido de que esto es lo más importante, después... ah si... después, vienen los cautivos, los pobres, las cárceles, los perseguidos, pero solo después, porque aquello que bebo de la fuente de la casa de la Santa Trinidad, me anima y me lanza a vivir la aventura de redimir a éstos.

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