Comunion Revista Comunion nº 05 - 2012 | Page 7

Nella propria comunità o fraternità l’indizione dell’Anno Santo si mette nell’obbligo dell’accoglienza; i pellegrini devono essere convocati, ospitati, congedati. Con motivo dell’apertura dell’Anno Giubilare, delle feste, si dovrà fare un appello perché la gente del luogo, o fuori di esso, possa conoscere e usufruire di questa grazia, questo avvenimento è, senza dubbio, anche un’opportunità per far conoscere l’Ordine, l’evento che si celebra e la ricorrenza (facendo pure un percorso con tutte le feste che saranno celebrate durante l’anno). Le condizioni che si richiedono per lucrare dell’indulgenza (sacramento della penitenza, preghiera, ecc.) ci mettono nella necessità che le nostre Chiese e Cappelle siano aperte durante tutto o buona parte del giorno, che ci siano confessori, che si preparino alle preghiere, Eucaristie o catechesi per dare l’opportunità ai pellegrini di arrivare a questo incontro. Per il congedo penso che forse può essere utile del materiale, come una piccola biografia dei nostri Padri, forse la preghiera del Trisagio, immaginette o dépliant, che possa ricordare l’esperienza vissuta. Nella chiesa di San Tommaso poi, non soltanto le feste ma tutti giorni.

Ma dobbiamo essere pellegrini pure noi, fare anche noi questo pellegrinaggio, è difficile guidare o accompagnare gli altri se anche noi non ci mettiamo in cammino. Si possono fare veri e propri pellegrinaggi, per esempio, percorrendo in Roma i luoghi dei nostri Padri, ma è soprattutto un itinerario interiore che dobbiamo fare, di formazione e preghiera dove possiamo riempirci del loro messaggio comune e distinto, per far noi, come loro, una sintesi fedele e comunque propria. In questo ogni comunità e fraternità, con il materiale che in comune può preparare sia l’Ordine, sia le Provincie o i Consigli dell’Ordine Secolare, deve fare il suo proprio progetto secondo le proprie possibilità sia di collaborazione sia di proprio itinerario formativo e spirituale.

P. Javier Carnerero, osst.

Postulador General

Mensaje de Felicia Fernández,

Superiora General de las Trinitarias de Madrid, en los 127 años del Instituto

Granada, 2 de febrero de 2012

127 aniversario de la fundación

Circular 6/2011-2012

“¡Oh Jesús de mi corazón! Un año hace que se abrió este asilo para dar gloria a Dios ¡Quién hubiera jamás imaginando los beneficios que íbamos a recibir, y que la obra, comenzada llena de temores, se desarrollara de una manera prodigiosa en breves meses! ¿Quiénes somos nosotras, Jesús mío, para que te hayas dignado escogernos a tan sublime destino? ... Hace un año hoy no comprendiamos cómo podríamos sostener nuestra empresa. La fe crecía al ver se sucedían los meses y en cada uno de ellos admirábamos un nuevo prodigio; repetidas veces exclamábamos ¡qué bueno es Dios! (Madre Mariana).

A TODAS LAS HERMANAS DEL INSTITUTO

Queridas hermanas: Felicidades a todas y cada una por el 127 aniversario de la fundación.

Al conmemorar el nacimiento de nuestro Instituto, y volver los ojos al origen, no podemos menos que sentir, como Mariana, sobrecogimiento y asombro por haber sido llamadas a formar parte de esta historia viva. Volvemos la mirada hacia atrás para hacernos más conscientes del tiempo presente: lo que dio origen a nuestra vocación, que empezó como una semilla muy pequeña, se ha desarrollado como no podíamos imaginar, y sigue creciendo. Sus virtualidades están aquí, impresas en nuestras vidas. Meditemos con nuestra fundadora: “¿Quiénes somos nosotras, Jesús mío, para que te hayas dignado escogernos para tan sublime destino?”.

Cuando Mariana en el primer aniversario de la fundación, con asombro y agradecimiento, escribe sobre el progreso de la congregación, reconoce que la obra se desarrolla prodigiosamente no por méritos propios, ni a la abundancia de recursos y facilidades, pues el primer año no fue precisamente un camino de rosas. Lo ciento es que, junto a las dificultades materiales, hubo otras más dolorosas. Madre Mariana habla de verdadera persecución: “No eran pocas las humillaciones que teníamos que experimentar; nos denominaron las locas del obelisco lo que, si bien deplorábamos, no dejábamos de comprender que éramos dignas de este nombre... Todo esto nos hacía ver el desprecio con que nos miraban... Con frecuencia teníamos que meditar estas palabras: Todos los que quieren vivir piadosamente en Jesucristo padecerán persecución”.

¿Cómo es que en circustancias bien difíciles Madre Mariana agradece tantos beneficios y expresa hondo regoijo por el destino que el Señor nos regala? La fundadora nos hace ver que la presencia de Dios no está condicionada a facilidades o dificultades. Dios es más que las circunstancias y condiciones que vivimos, y su presencia únicamente aparece ligada a la vida allí donde fluye, con sus contrastes permanentes: luz y sombras son inseparables.

En el 127 aniversario de la fundación, aunque en diferente escenario, experimentamos el mismo devenir de la vida con sus alegrías y penas, gozos y esperanzas. La vida humana está en constante movimiento. Pero en medio de todo lo que se mueve, un eje permanente que nos mantiene ancladas en lo esencial: Dios está presente, y su actuar prodigioso es incesante.

¿Quiénes somos nosotras, Jesús mío? Somos elegidas para un alto destino: instrumentos de Dios, portadoras de su presencia, testigos de sus continuos prodigios.

Nuestras historia está repleta de luces y sombras, persecuciones y prodicios, podríamos decir. Y así lo vemos tanto en la vida personal como en la historia que compartimos. Con frecuencia sufrimos y gozamos la comunidad, la misión, las jóvenes acogidas, la presencia de cada hermana, las personas que acompañamos, la oración de las mayores, el dolor de las enfermas, los problemas de cada día, la ternura y la soledad de muchas de nosotras. Pero en medio de todo, lo realmente decisivo no es lo que nos sucede sino cómo lo vivimos.

Madre Mariana nos da algunas claves para vivir de manera constructiva todo lo que ocurre en nuestra vida de cada día.

En primer lugar reconocer a Dios en todas las cosas, prescindiendo de la apariencia que presentan en la superficie. Al mirar con hondura, percibimos que más allá de todo siempre está Dios. Leer la realidad al margen de Dios nos deja encerradas en las cavilaciones de la mente; perdemos la perspectiva trascendente y quedamos prisioneras en nuestro aislamiento: el miedo nos bloquea y todo lo vemos mal. Pero nuestra Consagración no tiene otra lógica que la fe en el Dios que nos habita, y el Amor encarnado en Jesús, que se prolonga en quienes le dejan crecer en su interior. Dios está aquí y actúa sin cesar, entre nosotras, y más allá de nosotras.

Mariana también nos invita a apartar de nuestra mente y corazón el orgullo, que nos hace creer que todo lo importante lo hemos hecho nosotras. La que es humilde, en cambio, sabe que Dios es el verdadero hacedor de los prodigios que nos rodean. A veces medimos los frutos salvadores por el éxito humano; cuando Mariana nos recuerda que la persecución va unida a la vida auténtica, nos está hablando de dificultades inherentes al seguimiento. Es verdad que el Señor nos ha llamado a una vida plena, feliz, donde el gozo y la paz son el distintivo y señal más clara de estar en el camino. Pero no es un camino fácil; la vida fácil y cómoda con frecuencia nos hace superficiales; en cambio las dificultades y luchas proporcionan experiencia, profundidad y apertura a Dios, y favorecen el desarrollo de las capacidades y dones recibidos.

Mariana nos enseña también a ser agradecidas. El agradecimiento da densidad y hondura a nuestra vida, pues nos ayuda a tomar conciencia de los dones que recibimos y a ponerlos al servicio de los demás: se trata de ser conscientes de la generosidad de quien tanto nos regala.

Presencia de Dios, humildad y agradecimiento son los sentimientos que afloran en mí cuando medito sobre el aniversario de la fundación en nuestro presente.

Y así siento también ante el reciente fallecimiento de nuestra hermana Ana María Menocal, de la que personalmente guardo recuerdos intensos. Le he admirado ya desde novicia, viendo en ella un ejemplo de entrega incondicional, y desmesura a favor de los pobres y necesitados. Y en sus últimos años ha despertado en mí profunda ternura y compasión cuando la veía vagar desorientada e impotente porque no se hallaba sin jóvenes a quienes ayudar. Y si lo primero me edificó a nivel humano, lo segundo me traslaba al Misterio insondable de Dios. Él desborda todas nuestras conjeturas; está siempre con nosotras y nos conduce al sublime destino para el que nos ha elegido, aunque sea por cominos imprevisibles.

De todo esto nos habla con frecuencia nuestro querido padre Méndez, y nos invita a amar lo que somos, y a comunicarlo fuera de nosotras, que sará la mejor manera de extender el don recibido: “Agradecida a Dios de semilla de su vacación trinitaria, procure que se extienda, que sus palabras sean granitos de semilla que cayendo en otros corazones, engendre en ellos esa misma vocación (Cartas familiares, 71). Es sin duda el mejor regalo que podemos hacernos.

Un entrañable abrazo de hermana.

Felicia Fernández

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