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IV Centenario de la fundación de San Carlino alle Quattro Fontane
(1612 – 2012)
- II -
A todos los religiosos que han pasado por San Carlino.
Por los soles aquí compartidos.
P. Pedro Aliaga (autor)
Vivía todavía san Juan Bautista de la Concepción cuando se fundó esta casa. Con su fundación se cumplía una aspiración de la naciente Descalcez trinitaria, una osadía que decía por las claras que la Reforma no era una broma. Tener un convento en Roma para que fuera sede estable del procurador general de los descalzos ante el Papa era algo perfectamente serio. En Roma debían atender a la vida de la Descalcez y trabajar por la gloria de sus santos, empezando por los Patriarcas, Juan de Mata y Félix de Valois. Toda una osadía, que se emprendió como hay que emprender las grandes cosas de Dios: con la mayor confianza en la Santa Trinidad, digna de los trinitarios; con el convencimiento de que se trata de una gran empresa, típica de los españoles; y con pocos dineros, por no decir ningunos, gala de los descalzos.
Para no tener dónde caerse muertos, no les fue tan mal. Pudieron comprar una pequeña propiedad en la cumbre del monte Quirinal, a dos pasos del Palacio veraniego de los Papas, aprovechando las ventajas de un lugar poco habitado en la época. En un salón, habilitado como iglesia, se celebró la primera misa y se
dejó reservado el Santísimo Sacramento, acto con el que queda fundada una casa religiosa. Era el domingo de la Santísima Trinidad, 3 de junio de 1612 (curiosamente, en 2012 también la Trinidad cae en la misma fecha). Faltos de alhajas para la celebración, el cardenal Bandino regaló a los frailes españoles una de las joyas más célebres de la Casa, el cuadro de san Carlos Borromeo, obra maestra de Orazio Borgianni (rival de Caravaggio), que se puso en el altar de aquella iglesia provisional, que quedó dedicada al Santo arzobispo de Milán, canonizado poco más de un año antes, y que (ironías de la historia) no habiendo sido muy amigo de los españoles, quedó vinculado a ellos por los siglos. Es la primera iglesia del mundo dedicada a este Santo.
La fundación de San Carlino estuvo presidida por la provisionalidad. La primera comunidad se adaptó a las condiciones del inmueble desastrado que compraron. Tuvieron que esperar unos veinte años hasta poder plantearse la construcción de una iglesia y de un convento. Puestos a buscar un arquitecto que hiciera un proyecto para la casa trinitaria del Quirinal, les fue recomendado alguien cuyo nombre estaba destinado a figurar en los libros de historia como uno de los arquitectos más geniales de todos los tiempos: Francesco Borromini. San Carlino sería su obra maestra. Comenzó realizando el convento (1634-35), siguió con el bellísimo claustro y la parte del convento sobre la Via del Quirinale (1635-1636), continuó con la iglesia y la cripta (1638-1641). La fachada se pudo empezar a construir solamente en 1665, y se interrumpió en 1667 por la muerte del arquitecto; su sobrino, Bernardo, la concluyó en 1677, incorporándole las estatuas que la adornan en 1682.
Sería ridículo caer en la tentación de querer hacer una síntesis de lo que supone San Carlino para la historia de la arquitectura y del arte barroco. Los mejores especialistas llevan décadas intentándolo, mientras los grandes arquitectos se sienten coronados con el lauro en caso de que alguien atribuya a sus obras una semejanza con nuestra casa, y novelistas, músicos, poetas, pintores y fotógrafos viven o sueñan inspiraciones bajo la más bella cúpula ideada por genio de hombre, que debió sorprender al mismo Dios, para cuya casa fue construida…
«Milagro» es la palabra más repetida en los libros en referencia a San Carlino, y no es el menor de ellos haber realizado tal maravilla del barroco en armonía perfecta con la modestia de materiales querida por la Regla de los trinitarios para las propias iglesias y conventos… motivo por el cual dicen que los romanos dieron en llamar al joven y serio arquitecto de Bissone con el elogioso apodo de «Miguel Angel de los pobres».
La primera comunidad debió ser de unos doce frailes, a juzgar por la capacidad del convento, que se adaptaba así al número ideal de conventuales de las casas trinitarias descalzas. Necesitando más espacio, a principios del siglo XVIII se realizó la ampliación del convento (con proyecto del arquitecto Alessandro Sperone) que así adquirió su definitiva configuración. Las pinturas de Orazio Borgianni, Pierre Mignard, Mattia Preti, Francesco Romanelli o Giandomenico Cerrini (el famoso Cavalier Perugino), junto con otras de autores, anónimos y conocidos, forman parte del patrimonio histórico y artístico de los trinitarios de San Carlino, a todas luces excepcional.